Disfruta de su gran momento profesional. Hace una semanas ganó la Liga Europa con el Sevilla y hace sólo unos días ha ampliado su contrato hasta junio de 2016. Se define feliz. Unai Emery pasa unos días en Valencia donde reside su familia y tiene negocios. En una soleada mañana y a pocos metros de la Ciudad Deportiva repasa sus cuatro años en el Valencia.

¿Se ha acostumbrado ya a la palabra campeón?

Esta profesión la quiero mucho. Lo que buscaba en el fútbol era disfrutar de él. El camino me ha hecho ir dando pasos, pero no me he parado a pensar si soy esto o aquello. Disfruto de mi trabajo con mucha intensidad y la dificultad ha ido en aumento en mi carrera. Quizás mi máximo logro fue quedar campeón en Segunda B en Irún porque fue la primera piedra que puse y fue la más consistente para llegar hasta este momento. La consecución de un título va enlazado a la trayectoria anterior. No es cómo se siente uno, sino cómo lo vive y esto es sentimiento, pasión, un cóctel de mucho trabajo y esfuerzo acumulado.

¿El éxito le reafirma en sus planteamientos?

Es un proceso. El éxito es un camino en el que lo importante es crear oportunidades y cuantas más crees, más cerca estas de conseguir lo que buscas. Ganar es una explosión de alegría que significa culminar un trabajo con éxito. He jugado octavos, cuartos, semifinales y siempre pensaba, cuantas más oportunidades tengas, más cerca estaré de lo que quiero. Y así ha sido. Ganar es una recompensa.

¿Siente que se ha quitado un peso de encima (sus equipos siempre fallaban en los momentos cumbre)?

Más externo que personal. Se había generado un run-run de que no pasaba de una barrera, pero personalmente lo vivía como algo natural. Pasar eliminatorias no es fácil. Mis primeros dos éxitos como entrenador fueron dos eliminatorias que pasé para ascender a Segunda A y fueron muy difíciles en su momento; también el ascenso con el Almería a Primera. Sé la dificultad de las cosas.

Plantilla que entrena, plantilla que está en reconversión.

Es un proceso que se vive paralelo a la sociedad. Hace ocho años, los grandes futbolistas extranjeros venían a España y ahora son los nuestros los que refuerzan a los equipos extranjeros. La Liga se está ajustando y, como el país, se tiene que equilibrar. Creo que la liga española es capaz de autogestionarse para volver a ser la mejor liga.

¿No lo es? El éxito del Real Madrid en la Champions y el Sevilla en la Liga Europa demuestra lo contrario.

Sí, pero el año anterior la Champions la ganó el Bayern y el Borussia jugó la final. Valorar el nivel de las diferentes ligas es complicado. Más allá del nivel, lo importante es competir. En el futbol español hay muchas diferencias.

Del Valencia que usted dirigió al actual ya queda muy poco.

En dos años pasan muchas cosas y hay muchos cambios.

Con usted parecía poco ser terceros y el año que viene ni siquiera se competirá en Europa.

Lo veo como un proceso y el Valencia volverá a su estado natural que es ser el tercer o cuarto equipo de España. Ciclicamente le pasa a todos los equipos. Después de unos picos altos y vaivenes ahora se está en un nuevo proceso. Es una minicrisis derivada de la inestabilidad institucional. Se quiera o no, lo deportivo va en paralelo a lo institucional. Con la salida de Soler, cuando yo llegué, la crisis institucional ya era un hecho y lograr el equilibrio presupuestario era prioritario. Con la venta y la entrada de nuevo capital seguro que todo va a mejor y el equipo vuelve a su nivel.

Mirar dónde estábamos hace diez años y ver dónde estamos ahora demuestra que la caída ha ido en picado.

Los ciclos no son permanentes y seguro que el Valencia pronto vuelve a pelear por títulos y en la Liga por estar en puestos de Champions.

¿Que le parece que el nuevo propietario del Valencia sea un singapurés?

Hay que abrirse al mundo. En los viajes al extranjero te das cuenta de la gran repercusión que tiene el futbol español. Con el Sevilla, estábamos en Colombia y la gente nos conocía por la calle. Hace una semana estuve en Malasia y es increíble la pasión que allí tienen por el fútbol español. El futbol nacional se está internacionalizando y eso abre las puertas a inversores que llegan para ayudar y consolidar a los clubes.

¿Qué decisión, de las que tomó durante su etapa en el Valencia, no volvería a tomar?

Hicimos una gestión de la plantilla en su momento difícil. Me acuerdo del día que me senté con Juan Sánchez y tenía un equipo de 35 jugadores. Cuando llegué, lo primero que se me dijo es que el objetivo era clasificarse para la Champions y todo fue focalizado a eso porque era lo que le daba equilibrio a la institución. Ahora pienso, ¿dónde se concentra la máxima explosión de alegría e ilusión?, y la respuesta es sencilla, en un final que es donde se moviliza la gente. Una final es la culminación de un proceso. Aquí me faltó eso y lo busqué con ahinco el último año porque vi que la Champions la estábamos consiguiendo y buscamos llegar lejos en Copa y Liga Europa donde llegamos hasta las semifinales. El club para poder navegar necesitaba estar en Champions.

Cuando uno mira atrás y con las perspectiva del tiempo, ¿ve las cosas de forma diferente?

Sí. Me identifiqué e impliqué mucho. Me acusan de ser un entrenador de club, pero yo lo veo así y me alineo en las necesidades del club en el que trabajo. En el Valencia me entregué totalmente a mi trabajo. Profesional y personalmente en Valencia fui y soy feliz.

El marcaje al que le sometió Llorente, ¿perjudicó su imagen pública?

Lo hacía porque creía que era lo mejor para el club. A la gente que tenía bajo su mando le exigía el máximo y la trataba de exprimirla. Para que el club no se cayera había que clasificarse para la Champions y él todo lo enfocaba a ello. Con Llorente tuve conversaciones agradables pero también muchas desagradables. Ahora nos reímos.

¿Le pasa lo mismo en el Sevilla?

La filosofía es diferente. No es que allí se prioricen los títulos a la Champions pero sí que se mira de forma diferente. Todo va, podriamos decir , en paralelo. El club no está tan sometido al tema económico porque es viable. Se equilibra entre el sentimiento que genera disputar títulos, y que la gente esté contenta, y lo económico. La producción de futbolistas también es importante, el año pasado el Sevilla vendió por cerca de cien millones de euros y este año también tenemos capacidad para vender y, además, como se ha comprobado este año sin bajar el rendimiento.

De cara a la afición es una filosofía que entusiasma más.

Se vive de otra manera. En Sevilla son exigentes y ambiciosos y se ilusionan mucho con los torneos como se demuestra en que en cada partido de cada eliminatoria, de Copa o Liga Europa, los desplazamientos son masivos y el entusiasmo se contagia. Para el club las fuentes de ilusión son muy importantes. Al primer partido de Liga Europa, a Estoril viajaron 4.000 personas y eso ya lo dice todo. La Champions es importante pero no lo es todo. Allí el objetivo es como más puro, porque se ve como un juego donde se prioriza el sentimiento y la ilusión. Aquí cuando conseguíamos el tercer puesto, como no significaba nada en concreto, no se daba una concentración de ilusión y ni un día de efervescencia concreto.

Terminábamos, estábamos contentos pero no teníamos que festejar nada. Pero cuando me reunía con Llorente, estábamos satisfechos porque el objetivo estaba conseguido. Cuando lo tienes lo ves como algo normal, pero ahora es cuando se valora. No era algo normal, era exitoso. Recuerdo un encuentro con Simeone cuando ellos ganaron la Liga Europa y nosotros nos clasificamos para la Champions y me decía que nos lo cambiaba.