En el ámbito valenciano la construcción de trinquetes o canchas no ha sido incompatible con mantener una tradición heredada desde hace muchos siglos y que mantiene su lozanía y juventud porque sigue siendo atractiva. Así pudo constatarse el pasado fin de semana en la localidad de Sumacàrcer. La señora sale de casa a media tarde. El forastero que se acerca hasta Sumacàrcer pregunta:on es juga la partida? Y la señora responde con amabilidad. On sempre, allá, dalt del poble, en el carrer Sant Miquel?

Bordeas la imagen sur del Xúquer y entre estrechas calles y plazas pequeñas llegas al destino. Una calle recta, amplia, perfectamente acondicionada, donde decenas de espectadores, unos de pie, otros sentados, aplauden a los jugadores de Bicorp o de Rafelbunyol. Es día de fiesta grande en el pueblo. «Per fí, hem pogut aconseguir portar una final al nostre poble?», comenta el último «didaler», maestro en el arte de elaborar protecciones para los dedos, que es de Sumacàrcer. De los balcones de los fondos de la calle cuelgan pancartas de los patrocinadores del evento. En algunos balcones vemos a mujeres y niños siguiendo atentos las raspadas de Vicente Juan, de Bicorp, que en el trinquet no tendría sitio pero que en el «joc de carrer», para gentes con picardía, mantiene su efectividad. Los aficionados del día a día reconocen que en los trinquetes se ve un espectáculo más intenso, más técnico, más profesionalizado en todos los sentidos pero admiten que el «joc al carrer no es deu de perdre. Es molt bonic».

Allí, en la esquina de levante corre una brisa que se agradece. Unos llegan y comentan y se quedan. Otros curiosos observan y se marchan. Un responsable del club «passarà el cabàs», para «arreplegar una ajuda per a pilotes». No hay entradas a precio fijo. Hay voluntades libres, como el espacio en el que se juega.

Bicorp ha vuelto a ganar. En el pueblo de la Canal de Navarrés no se ha quedado casi nadie. Todos han querido acompañar a Mario, Vicente Juan, Victor y Juanjo. Se vive la pelota en Bicorp de una manera entusiasta. Allí son jugadores de «calle». Hicieron un precioso trinquet pero lo gastan para entrenar. La competición que arrastra, la de pueblo contra pueblo, se juega en la calle de siempre, para que la vean los vecinos, las gentes que salen del bar, las que se acercan a la esquina.

El trinquete está a las afueras y hay que ir adrede?y no es lo mismo. Y así ha pasado en muchos pueblos. La reacción de las gentes, siempre libres, ha sido muy dispar. Hemos ganado en cantidad de jugadores, en promoción, en escuelas, pero hemos perdido espectadores cuando se ha abandona la calle pública. Esa es una opinión bastante generalizada.

Hizo bien la Federación en reservar esta final para el espacio público de la calle. Hoy, el torneo autonómico de clubes de raspall culmina con el espectáculo del Joc de carrer. Nadie lo discute. En el torneo de invierno ya se jugará la final en trinquete. Todos contentos.

El forastero regresa por las calles estrechas tras acabar la partida. Las mujeres van a misa. El cura charla en valenciano con alguna de ellas, la que indicó dos horas antes el lugar de juego.

Ha estat bé la partida?, pregunta.

Preciosa senyora, molt bonica i tot ben preparat?

Es que a Sumacàrce tot es molt bonic?(sonriu).

Y el forastero contempla la curva de vida del Xúquer mientras unos jóvenes parecen preparados para bañarse en sus aguas?