Zonas agarrotadas, contracturas, rigidez, dolor; este es el día a día de muchas personas aquejadas por el estresante ritmo de la vida, por malas posturas o por la falta de conocimiento del propio cuerpo. La antigimnasia ofrece respuestas particulares a estos problemas mediante una serie de movimientos respetuosos con el organismo que poco tienen que ver con la práctica excesiva del deporte y la alta competición. Ana Ricart Vila, una valenciana que imparte sesiones desde hace seis años, es una de las profesionales que trabaja esta técnica creada por la francesa Thérèse Bertherat y acuñada en su libro «El cuerpo tiene sus razones» (1976).

Para Ana Ricart además de ser su modo de vida es un trabajo de autoconocimiento en el que cada persona se encuentra consigo misma, va descubriendo sus frenos y los va eliminando. «La antigimnasia es un método de trabajo corporal poco conocido que busca restablecer el equilibrio corporal mediante una serie de movimientos simples que despierta las zonas rígidas y bloqueadas», afirma. Unos movimientos naturales para los niños que se van perdiendo durante el crecimiento.

La fisioterapeuta francesa Françoise Mézières fue la encargada de descubrir una de las bases de esta práctica, la cadena muscular posterior. En sus estudios defendía que los músculos de la parte posterior de nuestro cuerpo son los que más fuerza tienen, unidos los unos a los otros en foma de una larga cadena solidaria de modo que cuando un segmento de estos músculos se queda contraído, afecta a los demás. Mientras, nuestros músculos delanteros rara vez tienen la oportunidad de activarse ya que están inhibidos por el exceso de tensión de detrás. «Por eso trabajar los abdominales es tan complicado, porque la musculatura posterior no les deja», asegura Ana. Esta técnica busca restablecer un mejor equilibrio entre las dos partes.

La psicología aquí juega un papel importante. Detrás de estas contracciones a veces hay miedos, sustos, accidentes, situaciones traumáticas y de estrés que van definiendo nuestra posición corporal. Ana Ricart lo explica así: «aunque nazcamos con la misma estructura, lo que nos va pasando en la vida, desde pequeños, tanto física como emocionalmente, hace que cada uno tengamos una organización muscular diferente y eso nos distingue en la manera de caminar, de hablar, de movernos». «Lo bueno de la antigimnasia a diferencia de técnicas psicológicas es que parte del trabajo físico, y a medida que se van se van soltando estas rigideces, a cada persona le aparecen soluciones ante situaciones de conflicto», afirma la profesional. Aunque «no es un trabajo de psicológicos ni terapéutico, es un trabajo de información, pedagógica y neuromuscular», aclara.

Los que la han probado señalan sus benecicios, la mejora de la flexibilidad, respiración y digestión, de las capacidades motrices, del tono muscular y hasta de la actividad sexual. Además ayuda con la disminución del estrés y los dolores musculares crónicos. Fue así, a raíz de un dolor crónico en el pie, como Ana llegó al «antigym» y a superar su problema.

Cualquier edad es buena para iniciarse en la antigimnasia, una técnica que tampoco está reñida con otras prácticas. «Incluso el deportista puede detectar antes cuando su cuerpo está llegando demasiado lejos e ir encontrando más movimientos, sobre todo los que utiliza más para su deporte», sostiene. «Este aprendizaje se queda instalado en la manera de moverse. Los cuádriceps y abdominales se despiertan, la cadena muscular posterior ya no se queda tan acortada y aumenta la movilidad», añade. Y remata con una de sus frases preferidas: «un cuerpo sano obedece, un cuerpo enfermo ordena».