­Fue inaugurado un 20 de agosto de 1868, tiempos en los que el juego de pelota constituía una de las diversiones preferidas del conjunto del pueblo valenciano. Fue catalogado como el mejor de los construídos hasta esa fecha. Desde el día de su inauguración se convirtió en el principal referente de la pilota valenciana en su vertiente profesionalizada.

En sus inicios se jugaba, en imitación al juego en las calles, a «ratlles» hasta que a principios del siglo XX, el Nel de Murla, una de las leyendas que abre la galería de figuras de la historia de los trinquetes valencianos sugirió y consiguió cambiar la concepción del juego al colocar la cuerda central. Había nacido la Escala i Corda, la modalidad que está considerada como la reina de este deporte. De hecho, la historia del mismo viene marcada por las diferentes épocas que reciben el nombre de su primera figura, aquella que era capaz de jugar «un unió d´una granera contra els tres millors». Esa ha sido la filosofía que ha aglutinado unanimidades para designar a los grandes en este siglo y medio de vida: El Nel, Simat, Quart, Juliet, Rovellet, Eusebio y Genovés. En la actualidad, con las competiciones oficiales han cambiado los criterios y es evidente que la estadística de títulos marcará los nombres de cada época. Y en ella, Álvaro aparecerá como uno de los grandes, con sus once títulos de campeón individual.

Pelayo ha podido resistir la presión de las inmobiliarias. Ha tenido suerte de quedar situado entre dos calles y sus edificios y su utilidad casi única es la seguir siendo trinquet. Su entrada, un pequeño portal, situado enfrente de la popular librería Paris-Valencia conduce a una cafetería. En otros tiempos, hasta los años sesenta, el aficionado se encontraba un pozo y una parra, que en las noches veraniegas acogía tertulias interminables entre deportistas, toreros y artistas de flamenco. Pelayo reunía a la farándula valenciana pues era lugar de respeto a las libertades individuales. De hecho la imposición de la posguerra, con el infausto recuerdo del gobernador Planas de Tovar, de prohibir el valenciano y la faja roja apenas duró unos meses. «La gent del trinquet envià a fer la mà a Planas de Tovar i tota la requa aquella», dice el Tio Luis, el sabio entre los sabios de Pelayo. Con el juego de apuestas prohibido, Pelayo se erigió en el refugio de los amantes de la suerte. Muchos se han arruinado y otros muchos sobreviven a una vida presidida por la necesidad de arriesgar los reales, las pesetas y los euros, pues a todas ellas ha sobrevivido Pelayo.

Comienza un nuevo año y habrá una nueva vida en el trinquet de la capital. La familia Tuzón, que lo gestiona desde finales de los años setenta y que cambió su cara al cubrirlo y dotarlo de iluminación, ha decidido traspasar esta gestión. Las gestiones están a punto de cerrarse para que una nueva sociedad se haga cargo de la misma. De hecho Arturo Tuzón confirmaba a Levante-EMV que, efectivamente, la partida de despedida de Álvaro será la última de su gestión al frente del trinquete que vibró con las grandes figuras de los últimos cuarenta años. Arturo Tuzón ha visto las despedidas de Rovellet, de Eusebio, de Genovés, de Sarasol, de Ruiz, el Gat, Vicent, Locheta, Gómez, Xato de Museros, Xatet de Carlet... Tuzón mira con cierta nostalgia aquella época en la que Pelayo llenaba jueves y sábados y anunciaba cinco días a la semana...