Nada es casual en esta vida. Pocas horas antes de que expirara el día de la Mujer Trabajadora , también lo hizo J.V. Aleixandre. Un hombre al que le gustaba rodearse de féminas... para conversar y para trabajar. Decía siempre que éramos mejores. Más eficientes, más organizadas y más responsables. Admiraba profundamente al otro sexo, con el que se encontraba muy a gusto. El sentimiento era recíproco. Le conocí hace veinte años, cuando dejó Televisió Valenciana para regresar a Levante-EMV. Éramos de generaciones distintas, pero conectamos enseguida. Nos unía la ironía, el desdramatizar situaciones por duras que fueran, su anticlericalismo acérrimo y el desprecio por todo tipo de falsedad. Nada detestaba más que la hipocresía, y eso le acarreó más de una enemistad. Pero era fácil sincerarse con él y pronto se convirtió en confidente. Su presencia, enorme pese a la escasez de altura, era un alivio en las interminables jornadas laborales del periódico. Por eso, cuando se prejubiló y se marchó, él ganó en libertad. Me alegré por él, pero quedé falta de su apoyo. Muchas veces se lo eché en cara, que me había dejado muy sola. Esta ausencia de ahora, definitiva, ya la intuyo lacerante, porque no pasaba día en el que no intercambiáramos frases, fotografías y maldades. Aiii, Vicent!!!

No todo fueron risas. También tuvimos nuestros desencuentros. Uno de ellos doloroso para ambos, a raiz de su marcha de Traginers, pero el enfado duró cuatro días. Esta necrológica llega de forma muy prematura para mí, y tarde para él. Hace años, en su despacho de redactor jefe de Deportes, me encomendó que se la escribiera para leerla en vida. El tenía esas cosas. Rarezas, le llamaban algunos. Sí, era un «raret». ¿Y qué? A mi me gustaba así. Con sus chalecos imposibles, mientras dejaba en el armario los jerséis y camisas de marca que Pilar le compraba en vano, con sus gafas colgadas al cuello, con sus zuecos en verano... El era más que todo eso. Victoria también sabe de lo que hablo. Y Marta, Gisela, y su hermana Amparo. Y tantas otras amigas...

Hace escasamente un mes nos prometimos una comida si salía de esta. Todos los domingos, a mediodía, me preguntaba... «Ja tens la paella al foc?». Echaré de menos esa liturgia, mientras admiro el centenario olivo que hace años recibí como prueba de su cariño. De periodismo, mejor no hablar. Desaparece su metalenguaje, sus depurados vocablos, sus latinismos, sus iniciales en mayúscula, sus negritas...Tanta cultura, clarividencia y vida que a veces extrañaba leerlo en Deportes. Unas reflexiones tan cargadas de ironía, las suyas, que reconciliaban con esta maltrecha profesión. Decía Ryszard Kapuscinski que quien no era buena persona, no podía ser buen periodista. Cuanta razón. Aleixandre era un maestro en lo último, y como persona un «deu».

Et trobarem tant a faltar!!!