Paco Mir Andrés perteneció a la escuela del Mestalla en el que se formaban hermanos. Así hubo Mir I y Mir II, y con idéntica numeración los suecanos Ibáñez. También los Mangriñán fueron dos. Mir II era el jugador de menor talla del Valencia de 1952, pero se creció en marcajes a grandes figuras. Formó en la media con Puchades y la reconversión de Pasieguito de interior a medio volante, y la posterior aparición de Sendra, le obligó a reconvertirse en lateral derecho. Mir II formó parte del Valencia que en 1952 perdió la final de Copa frente al Barça en Chamartín tras la lesión de Asensi. Entonces no había sustituciones y en la prórroga el defensa tuvo que protagonizar el papel del cojo aunque en esta ocasión no tuvo la fortuna de marcar el gol que se adjudicaba a los lisiados.

Mir II perteneció a la generación de futbolistas que Leopoldo Costa Payá (Rino) (de la razón social Rino, Cubells, Montes, Peral y Cordellat ) descubrió en clubes locales y especialmente el Deportivo Cuenca, club de la barriada del mismo nombre. Rino proporcionó al Valencia una serie de futbolistas que adiestrados en el Mestalla alcanzaron la titularidad y en algunos casos, la internacionalidad. En el filial Paco Mir alternó con Puchades, con quien, posteriormente, formó media en el primer equipo. De aquella generación fueron también Gago, Pechuán, Fuertes y Pomar.

En el Mestalla creció como futbolista con grandes toques de calidad. En aquellos años, el filial creó tantas expectativas que había ocasiones en que el estadio reunía tantos espectadores cuando jugaban los chicos como el mismo Valencia. Mir perdió su carácter de jugador técnico en la defensa y de ahí que perdiera el puesto.

La gran anécdota de su carrera fue en la conquista del Trofeo Teresa Herrera de La Coruña. La Copa era de tal tamaño que en broma contaron que habían metido en la misma al pequeño Mir. Su carrera valencianista no fue larga, pero ganó grandes simpatías por ser de la casa. Hace unos años Levante-EMV hizo una encuesta entre los valencianistas para, por votación, designar a los mejores de la historia en cada puesto. Un día me llamó Vicent Aleixandre para preguntarme si Mir, a quien yo había visto jugar, había sido tan grande como parecían demostrar los cientos de votos que llegaban al periódico en su favor. Parece ser que movilizó a un buen número de amigos para que le respaldaran. Efectivamente, no fue el mejor volante derecho del club, pero no fue jugador que pasara inadvertido.