Desde Benidorm, universal, el viajero dirige su mirada hacia poniente. Siguiendo el valle del río Guadalest y tras un interminable desfile de curvas, alcanza la localidad de Confrides. Algo más de trescientos habitantes, en el interior montañoso fronterizo entre las comarcas de La Marina Baixa y el Comtat. Antes de llegar a su núcleo principal, un grupo de casas en torno a una vieja iglesia nos indica que estamos en l´ Abdet, lugar cuidado, con relucientes fachadas que miran las alturas de Aitana, al mediodía. Un lugareño se dedica a recoger las flores del «tilet», y es el encargado de señalarnos el lugar exacto donde se encuentra uno de los recintos deportivos más singulares de la geografía valenciana, de la geografía española, europea y consecuentemente, de la geografía mundial: el trinquet. Tiene de particular su estructura arquitectónica y el hecho más relevante: la piedra donde se picó la fecha de construcción: 1772; y la piedra donde se grabó el nombre otorgado: Sant Vicent.

Una verdadera joya de la arquitectura deportiva que pasa inadvertida para el común de los viajeros que visitan aquellos hermosos lugares y que permiten mantener una mínima economía alrededor del turismo. Hace algunos años, en 2006, el ayuntamiento decidió rehabilitar el lugar. Lo hizo con gusto, luciendo las paredes laterales, pero manteniendo la estructura de piedra de sus orígenes.

Las dimensiones del recinto, 18 metros de longitud por 2,5 de anchura, obligan a jugar con «pilotes grosses». Hubo un tiempo en que los jóvenes de Confrides pasaban gran parte de sus ratos de ocio entre sus paredes. Ahora, según comentan los más viejos del lugar, lo hacen de manera esporádica, de vez en cuando, «sobre tot en l´estiu».

Tiburcio Arraztoa, estudioso de la pelota vasca, ha querido visitar el lugar y no duda en señalar que este juego es «exactamente el mismo que el de la pasaka vasca que ahora intentamos recuperar». Fotografía emocionado las paredes y coincide en señalar su profunda tristeza por «el abandono de un rico patrimonio arquitectónico que se extiende por gran parte de España y que está relacionado con el deporte de la pelota». También reclama que «las autoridades deportivas y culturales deberían impulsar un proyecto que permitiese salvar estas singularidades que pertenecen a la memoria colectiva». Visitar este trinquet debería estar entre las propuestas turísticas más atractivas de la comarca y sin embargo en las páginas web referidas a Confrides se puede encontrar, como mucho, una ligera referencia al mismo. Por eso surge, espontánea, la idea: organizar una muestra anual con pelotaris procedentes de distintos lugares de la geografía valenciana y de la geografía vasca que coloque a Confrides como lugar emblemático del deporte de la pelota a mano a nivel mundial: ¿Hay algún recinto deportivo en uso que pueda demostrar una antigüedad mayor que la de este trinquet? Este desafío se lanza a la sombra del «tilet» que mira la fecha de su construcción, a los pies de la sierra de Aitana, corazón del alma valenciana, con la esperanza de que alguna sensibilidad reconozca el valor histórico y patrimonial del Trinquet de Confrides.