Se renieron con 30 años y muchos kilos de más y bastante menos pelo para dejar patente que el gran protagonista, Pedro Delgado, es quien mejor ha sabido llevar los años. Demuestra su pacto con el diablo todos los veranos en el estudio de televisión comentando las grandes rondas ciclistas. Ayer reunió en la marcha ciclista que organiza en su Segovia natal a los compañeros del club Orbea Gin MG (entonces podían patrocinar las bebidas alcohólicas) que, hace tres décadas, le ayudaron a ganar su primera Vuelta a España, la de 1985, en una de las jornadas más increíbles, inesperadas, asombrosas (y hasta un poco sospechosas) del deporte español. Estuvieron Pello Ruiz Cabestany, Jokin Mujika, Felipe Yañez, Ricardo Zúñiga, Jaume Vilamajó, Jerónimo Ibáñez, Anastasio Greciano, Mateo Hermans y Manuel Jorge Domínguez y el director Txomin Perurena.

El ciclismo español se preparaba para su época dorada después de haber sufrido dos depresiones seguidas: en 1983, Hinault trituró las ilusiones (y la carrera deportiva) de Julián Gorospe en la antepenúltima etapa y en 1984, Eric Caritoux impidió la victoria del malogrado Alberto Fernández por seis segundos. El ciclismo se va a convertir en un espectáculo de masas, con largos programas televisivos en directo y con Emilio Tamargo en la motocicleta. La sintonía ya se convertía en superventas. Faltaban unos meses para que naciera Edurne y el que triunfaba era Iván con «Baila». Un jovencísmo Miguel Indurain fue maillot amarillo durante cuatro etapas antes de perder minutadas.

En esta edición de 1985 estaba a punto de padecerse otra depresión porque, tras dos semanas y media de locura, con numerosos cambios de líder, iba embalado al triunfo el escocés Robert Millar. No caía demasiado bien y hasta recibía burlas por llevar (quien lo diría ahora) un arete en la oreja. «Pello, valiente, gana al del pendiente» se animaba al mejor español, Ruiz Cabestany.

Pero en la penúltima etapa, y en un ataque largo, Delgado, que tenía una desventaja de seis minutos, se escapó con Pepe Recio. Tardaron un rato en pactar: tirar ambos a cambio de que la etapa la gane el del Kelme.

No había pinganillos, no había diferencias en tiempo real y lo que sí que hubo fue excesiva confianza. Mientras Perico „que ya era el ciclista más carismático del pelotón por su carácter extrovertido„ acumulaba minutos a favor, Millar felicitaba, confiado y prepotente, a Cabestany y al colombiano Pacho Rodríguez por haberle dado batalla. A falta de pocos kilómetros se enteró de su particular tragedia deportiva. Delgado ganaría la general por medio minuto. «Es un recuerdo muy grato de la inmensa alegría que tuvimos aquel día»?recordaba ayer el catalán Jaume Vilamajó.

Millar volvió al año siguiente y también fue segundo, esta vez de Álvaro Pino. Era un buen ciclista que no tuvo suerte. Años después, «el del pendiente» fue localizado convertido en la señora Pippa York.