Alejandro Valverde tiró de velocidad y clase para adjudicarse el triunfo en la cuarta etapa con final en Vejer de la Frontera, que por su final en repecho estaba marcada para él. No falló y mandó un mensaje a los favoritos, que anhelan el maillot rojo que aún reposa en las espaldas del colombiano Chaves.

En la cima de ese pueblo blanco gaditano, marcó la cruz Valverde. No conocía de nada la inédita llegada pero un vistazo a «Google Maps» puede hacer milagros. «Ese sistema es la leche, nos hemos enterado todos de lo que nos esperaba como si estuviéramos allí mismo». «Era un final Valverde», admitió el murciano, rápido como en sus mejores momentos, como pudieron atestiguar Peter Sagan y Dani Moreno, segundo y tercero.

La estocada tuvo más repercusión en la moral de los rivales que en el reloj, aunque los 10 segundos de bonificación, los 3 que picaron en meta a Quintana y Froome y los 6 a Aru y Landa «nunca vienen mal».

El «caso Ambrossini»

Pero si hubo un protagonista en la jornada de ayer fue Ambrossini, que no es un ciclista italiano, sino un conocido vecino de la villa de Chiclana. A su paso por allí hubo una montonera, en la que varios corredores cayeron o pusieron pie a tierra. Uno de ellos fue Joe Dobrowski quien se encontró con que el mencionado Ambrossini, sin quitarse el pitillo de la boca, pecho al aire y canchas, se subió a la bicicleta del corredor del Garmin con toda la naturalidad del mundo. En su entorno se dice que, simplemente, estaba comprobando su estabilidad. Lo cierto es que el corredor estadounidense le tuvo que hacer un gesto para que se bajara, porque daba la clara sensación de que estaba dispuesto a continuar por su cuenta la etapa sin derecho a devolución de la máquina. Se bajó como si nada hubiese pasado.