A Casillas la jugada todavía le va a salir redonda. Si hay alguien en esto del fútbol que es especialista en aprovechar oportunidades inesperadas, ese es él: Iker.

En 2002 fue una lesión de César durante la final de Liga de Campeones contra el Bayer Leverkusen la que le permitió ser el héroe del madridismo. Ese mismo año, poco después, un desafortunado incidente entre una botella de colonia y Cañizares, además de la previa lesión de César, le dieron la titularidad de la selección en el Mundial de Japón y Corea.

Más aún. En la pasada Copa del Mundo de Brasil se divisaba una dura pugna por defender la meta de la Roja entre él mismo, puesto en cuestión por un tal José Mourinho, y Víctor Valdés, que posiblemente se encontraba en su mejor momento.

Una larga lesión le privó al entonces barcelonista de tal privilegio. Y, para rematar su fortuna, esa misma temporada Carlo Ancelotti lo relegó en el banquillo durante la Liga en beneficio de Diego López para darle a él la Copa del Rey y la Liga de Campeones, precisamente los dos títulos que ganó el Real Madrid.

Hasta ese momento, Casillas había aprovechado con grandiosa habilidad (y reflejos) cada oportunidad que le brindaba la vida. Pero un gol de Van Persie pareció ser la gota que colmó un vaso que se desbordó en aquel infausto 1-5 contra Holanda.

Una temporada por debajo de su nivel habitual y un grave error con los de Del Bosque contra Eslovaquia, amen de la inquina que parece haberle tomado Florentino Pérez, lo llevaban a un destierro al país vecino. Y cuando todo parecía llegar a su fin, la flor de Casillas puede dar una vuelta más de tuerca. David de Gea era el hombre llamado a sustituirlo en los planes de la Roja e incluso en el Real Madrid. Sin embargo, Florentino no accede a las peticiones del Manchester United y a Van Gaal no le ha temblado el pulso para dejar en la grada semana tras semana al supuesto sucesor. Mientras, Iker, titular y de nuevo santo en Oporto, se debe estar frotando las manos con la próxima Eurocopa.