El Open de Tenis de Valencia ya tiene dos mil peticiones de entradas cuando aún no se sabe ni donde ni cómo se celebrará ni con qué tenistas. Es uno de los argumentos a los que se agarran los organizadores para tratar de hacer ver la necesidad de seguir contando con el mejor escenario posible, que no es otro que el Ágora, aunque, ahora mismo, esto sea lo más parecido a imposible o que, por lo menos merece ser apoyado como acontecimiento deportivo. Su director David Serrahima, mostró ayer la predisposición «a pasar todos los exámenes que sean necesarios. De ingenieros, de arquitectos y de bomberos. Lo hemos hecho otras veces y siempre con resultados positivos. Creo que es necesario que nos concienciemos de la importancia del torneo y de la necesidad de celebrarlo, preferentemente, en el lugar donde lo hemos hecho desde el principio». Pero, ahora mismo, los informes técnicos recomiendan no utilizar el Ágora por sus numerosos desperfectos estructurales, que no tienen que ver con incrustar en su interior unas gradas y una pista, sino que van mucho más allá.

El Open siempre ha sacado las entradas a la venta antes del verano, pero a día de hoy no se ha despachado ninguna «porque no podemos vender lo que no tenemos o no sabemos». Y la consecuencia es que «el correo electrónico lo tenemos inundado desde hace tiempo. De verdad, y no exagero lo más mínimo, que ahora mismo estaríamos hablando de esas peticiones de dos mil entradas para empezar. La gente está inquieta, claro. Pregunta y quiere saber. Pero, sobre todo, lo que quiere es asistir para ver tenis de primer nivel».

La organización trabaja con el único plan B posible, que no es otro que el de, como ya se informó hace unos días, instalar una carpa gigante (se está trabajando para superar las tres mil localidades) y, en su interior, la pista central. Hasta ahora, en esa zona se instalaba sólo la Pista 1, destinada a unos pocos partidos individuales, el torneo de dobles y el de jóvenes promesas. El torneo tiene que celebrarse sí o sí porque, en caso contrario, la sociedad de la que participan Juan Carlos Ferrero y David Ferrer perdería la concesión, con la pérdida económica que estos supone. Trasladarse a otra ciudad o venderla sería la alternativa en caso de finiquitar el modelo valenciano. Un curioso contraste cuando, no hace tanto tiempo, el Open de Valencia fue considerado el mejor por los parámetros organizativos. «No sería el primero torneo que se celebra en una carpa. Pero, claro, el entorno y el concepto que hemos tenido hasta ahora no tiene precio».

Que el Open está en peligro es algo asumido desde hace tiempo. Es el único «gran evento» que sobrevive de los de la nueva ola (el gran premio de motociclismo es «de toda la vida»). Cayeron la Fórmula 1, la vela, la hípica y el golf. Pero esa filosofía de promoción se tradujo en que la subvención de 2014 se perdió y que el acuerdo firmado en el pasado torneo para continuar dos años más tampoco está nada claro. Ahora mismo, la ayuda institucional prometida, tras las reuniones con el particular «tripartito» (Ayuntamiento, Diputación y Generalitat) aún no llegaría ni a la mitad del millón y medio que tenía anteriormente.

Aún así, la decepción por la relación institucional es evidente para Serrahima y no ya por el actual equipo de gobierno. «Ellos tienen un planteamiento y es el que hay. Pero es que los que había antes nos prometieron lo que no se cumplió. Nos dijeron que nos quedáramos, ¿no? Pues nos quedamos, pero sólos. Para eso, era más fácil que hace dos años nos hubiesen dicho que ´hasta aquí hemos llegado´». Curiosamente, el apoyo privado se mantiene, puesto que los patrocinadores han renovado el apoyo para la celebración del evento que empezará el 26 de octubre.