La ilusión, en un lenguaje universal como el fútbol, no entiende de territorios, lenguas o fronteras. El defensa Ferran Monzó (l´Alcúdia, 1992) no se ha resignado a la ausencia de oportunidades en el fútbol español y ha encontrado esa esperanza en el Rapid de Bucarest, todo un histórico considerado el tercer equipo del fútbol rumano aunque ahora esté en horas bajas, después de descender el año pasado a Segunda: «Yo sabía que era un club importante pero hasta que no he llegado aquí no me he dado cuenta realmente. Jugamos la pasada semana un partido amistoso a cuatro horas de Bucarest y nos acompañaron más de 200 aficionados. Eso no lo había visto yo nunca. En Liga, en todos los partidos fuera de casa tenemos más afición que el rival», manifiesta entusiasmado por teléfono a Levante-EMV, al poco de acabar un entrenamiento vespertino con el equipo por el que fichó este verano tras promocionarse en las sesiones que organiza la AFE.

A más de 3.000 kilómetros de casa, Monzó se enorgullece del ambiente de fútbol que está viviendo en el Rapid, el equipo del ferroviario barrio de Giulesti, con una afición que fue mal vista por el régimen de Ceaucescu y que es célebre por entonar a capela el himno de su club mientras ondea pañuelos rojos y blancos: «La hinchada se vuelve loca por el Rapid y tiene fama de ser la que más anima en Rumanía. Es una gozada para un jugador, es muy bonito. Nos eliminaron de la Copa ante un rival inferior, el Berceni, y no dejaron de cantar».

«Lo que busco es la ilusión»

La experiencia rumana de Monzó, formado en las inferiores del Espanyol y que el año pasado jugó en el Doxa Katokopia chipriota, está siendo grata, «una oportunidad única que había que aprovechar». Supera incluso el temor, lógico, a la soledad por estar lejos de casa: «Hace tiempo que los futbolistas españoles perdimos el miedo a jugar en el extranjero. Muchas veces se apuesta más por los de fuera que por los de casa. Pasa casi lo mismo aquí en Rumanía. Fuera estamos mejor vistos que en casa. Debemos intentar sentirnos futbolistas importantes. Por eso me vine aquí. A todos nos gusta estar en un sitio y sentirnos valorados». Además, la precaria realidad del fútbol español en sus categorías inferiores, empuja a dar el salto: «Estar en Segunda B en España no te garantiza un sueldo bueno. Aquí en Rumanía el dinero tampoco es desorbitante, pero lo que busco es ilusión».

Pero es obvio que la añoranza pesa: «Echo de menos a la familia y a los amigos. También con la novia se hace más dura la distancia. Pero si quieres conseguir tu sueño tienes que aguantar días difíciles». Si algo tiene claro Monzó, tras vivir un año en Chipre e instalarse ahora en la capital rumana, es que la distancia curte y madura: «Yo en la vida me pensaba que viviría situaciones como las que tuve en Chipre, por ejemplo. Noto que situaciones que antes no soportaría ahora las veo con más tranquilidad, sé llevarlas mucho mejor. Hablándolo con mi novia le dije que estoy madurando mucho con estas experiencias. Tengo 22 años pero algunas cosas las hago como si tuviera 30».

La adaptación se ha hecho más agradable con la convivencia en el equipo con otros tres jugadores españoles: el portero Pulpo, el exlevantinista Robusté y Miguel Luque, con pasado en el Atlético: «La relación con todos, con rumanos y checos es muy buena. Pero claro, con los españoles estrechas más la relación. También con Wilfred Moke, francés que jugó en España en el Cádiz y en el Burgos, con un portugués y con un italiano hacemos colla».

¿Y qué tal es la vida por Bucarest? Todo es cuestión de superar los prejuicios negativos que persisten en España respecto a Rumanía: «Pensaba que la vida aquí sería peor. La imagen que tenemos en España de Rumanía es muy mala, pero no me he llevado ninguna mala impresión, justo al revés. Mis padres necesitaron venir pronto a verme y la verdad es que se fueron muy tranquilos», bromea. «Bucarest es una ciudad preciosa y la gente es muy amable y hospitalaria», añade.

Preguntado por los retos de futuro Monzó, que tiene en Gerard Piqué a su máximo referente, se centra de momento «en el día a día» y en poder devolver la confianza al Rapid: «Lo primero es subir a Primera, jugar el derbi de la ciudad contra el Steaua y ganarles». «Si logramos el objetivo del ascenso creo que renuevo automáticamente el contrato para dos años. Quiero centrarme aquí pero el sueño de volver a España, y a algún club de la terreta, cerca de casa, es toda una ilusión». Años por delante y entusiasmo le sobran para conseguirlo.