Todavía no había cumplido los dieciséis años y José María Sarasol, «Sarasol II», nacido un 25 de agosto de 1970, debutó en una Partida del Dissabte, cuando la catedral de la pilota marcaba los ritmos y dictaba sentencias sobre cada uno de los ases de la pilota valenciana. Tiempos en que este recinto anunciaba partidas de cartel los lunes, los miércoles, los jueves, los viernes y los sábados€pues así de animadas estaban sus gradas y así de fácil corrían las apuestas.

Que un pelotari debutara en edad juvenil en una partida junto a los grandes ases de la época sólo lo recordaban los más viejos del lugar, aquellos que vieron a Tonín «Rovellet», un quince de mayo de 1947 jugar en unión de El Lloco contra el Xiquet de Gata y el Xato de Pedreguer. En apenas un año Sarasol II ya era capaz de enfrentarse a todos los grandes. En su retirada había acumulado todos los grandes títulos a los que puede aspirar un «mitger»: ocho campeonatos de la máxima categoría de Escala i Corda además de dos campeonatos mundiales de Llargues con la selección valenciana.

Con toda su gente

El principal de todos los títulos: el reconocimiento unánime a toda una vida profesional, que duró un cuarto de siglo, intachable. Una acumulación de sentimientos que ayer se expresaron en la fiesta de homenaje que le tributó el club de El Campello, presidido por Jose Martínez, compañero en la selección valenciana. Un homenaje con esa forma sencilla y popular de hacer las cosas: una comida de confraternidad , con asistencia de aficionados, excompañeros y amigos y una partida «al carrer», con los grandes de esta especialidad de Llargues en la que Sarasol destacó hasta el extremo de ser proclamado mejor jugador del mundo en Argentina 2002. Ayer vimos a Sarasol II especialmente emocionado, acompañado de personas queridas, de compañeros de grandes duelos en todas las modalidades y del calor de los aficionados que lo veneran como se merece: uno de los grandes entre los grandes en la historia de la pilota valenciana.