A falta del estreno de los favoritos, la atención del Abierto de Tenis de Valencia la acaparó ayer el irreverente Nick Kirgyos (20 años). El «bad boy» del circuito no será el primer rival de David Ferrer, tras perder ante el alemán Brands en el tie-break del tercer set, pero su «show» de ayer ha dejado huella para lo que queda de competición. Este aniquilador de raquetas montó su «show» particular en la pista central, a media tarde, cuando más público se concentró en la grada. Estuvo desafiante con el público y con el juez de silla al mismo tiempo que dejaba muestras de su irrefutable talento. Un chorro de genialidad, de momento, mal gestionado. Algunos lo compararon con John McEnroe, en versión grosera. En realidad es el heredero de Illie Nastase, el tenista que introdujo la peineta en una pista.

Kirgyos fue, hace muy poco, una de las grandes esperanzas del tenis mundial. Hasta que dejaron de reírle las gracias. Su fanfarronería sobre la pista llegó hasta el límite en el pasado Abierto de Canadá. En su victoria frente a Stan Warinka, número 5 del mundo, se acordó de la antigua relación de su compatriota Thanasi Kokkinakis con la actual pareja del suizo. «Kokkinakis se folló a tu novia. Siento decírtelo, colega», le gritó en pleno partido. Le cayó una sanción de 10.000 euros. «Es un macarra, un delincuente, un inadaptado que se ríe de todos y de todo», dijo en su momento el entrenador de Albert Ramos, tras sufrirlo en Estoril.

Kirgyos no faltó ayer a su espectáculo. Comenzó el partido como una apisonadora (4-0) y terminó perdiendo el primer set por 6-4. Un ejemplo de su inestabilidad sobre una pista de tenis. De su absoluta falta de continuidad. Para entonces, ya se había extendido en reniegos y aspavientos, maldiciendo su mala suerte sobre la pista. El público respondió con pitos y el australiano replicó con chulería: levantó los brazos, animando a la grada a que subiera el tono de los silbidos.

Ningún tenista tiene una relación tan directa con los aficionados durante un partido. En contra de abstraerse del ambiente, una regla fundamental en todo deportista de élite, Kirgyos busca de vez en cuando la mirada de un espectador. Ya puede estar esperando el resto, con el cuerpo en tensión, que se gira hacia el tendido y lanza una sonrisa provocativa mientras muerde sus dos cadenas de oro, con sendas cruces. El australiano no aguanta la espera, sin embargo, cuando le toca servir. Tiene prisa en jugar, por lo que maldice la lentitud de su rival en colocarse y mira al juez para pedir que se aligere. «Fuck, fuck, fuck», sale de su boca de vez en cuando.

Kirgyos intercala provocaciones con un juego de primer nivel. Su problema es que juega a impulsos. Aparece y desaparece de la pista. Es capaz, por ejemplo, de hacer un «ace» en el segundo servicio con un saque atómico con cuatro «match-balls» en contra. En el puesto 30 del ranking mundial, resulta imperdonable que ayer sucumbiera ante Brands (160).