El Gran Premio de Motociclismo de la Comunitat Valenciana dejó el pasado fin de semana excelentes sensaciones en los despachos del Consell, lo que es una excelente noticia para la numerosa afición valenciana al deporte de las dos ruedas. La Generalitat negocia con Dorna, propietaria de los derechos del Mundial, la renovación del contrato, que expira en 2016. Y nada le podía venir mejor que la repercusión mediatica-social del evento para hacer fuerza en las conversaciones. Que el presidente, Ximo Puig, dejase claro antes de la gran carrera del domingo su convencimiento de la continuidad del GP es una clara manifestación de intenciones. Más evidente es aún su catalogación de la prueba de Cheste. Las motos, vino a decir, no es un «gran evento» al uso del anterior gobierno. Nada que ver, por razones económicas y culturales, con la Fórmula 1, la Copa América, el Open de Tenis 500, el Castellón Masters de Golf o la Champions Global Tour de Hípica.

Más allá de su repercusión económica, que resulta indiscutible, el GP de Cheste nació producto de una reivindicación social. La demanda de un circuito venía de los años 80 en una Comunitat de gran tradición a las carreras. Las instalaciones fueron concebidas por el Gobierno que presidía Joan Lerma (PSPV), que fue quien puso la primera piedra, después de numerosas concentraciones «moteras» pidiendo un lugar para entrenar. Coincidió con el grave accidente que sufrió Ricardo Tormo, el mejor piloto valenciano de todos los tiempos y que puso nombre al Circuit, en un polígono industrial por falta de un circuito cerrado para hacerlo.

La inauguración, en 1999, y el impulso inicial correspondió al Ejecutivo de Eduardo Zaplana. Pero no fue hasta la llegada al Palau de la Generalitat de Francisco Camps, en mayo de 2003, cuando al motociclismo se sumaron nuevas iniciativas que pretendían implementar actividades económicas relacionadas con el turismo. Los llamados «grandes eventos» del gobierno del PP que dejaron, una vez explotó la burbuja inmobiliaria, graves secuelas en la economía autonómica.

Sin embargo, Cheste ha albergado con rotundo éxito el Gran Premio de la Comunitat Valenciana. Una prueba que actualmente cuesta 6,5 millones de euros en concepto de canon, pero que tiene un retorno cercano a los 40 millones de euros. La construcción del Circuit Ricardo Tormo costó en 1999 unos 40 millones de euros, pero ha visto pasar desde entonces a 6 millones de aficionados por sus gradas. La Fórmula 1, con un circuito que costó más de cien millones de euros, no superó la cifra de 700.000 aficionados.