Esta tarde, tras cruzar la servidumbre de paso a uno de los templos más antiguos del deporte europeo, contemplando viejas crónicas amarillentas, testimonios presentes de su larga historia, nos volveremos a reencontrar con los viejos amigos que tienen en este santuario del Joc de Pilota el lugar de encuentro con la lengua mamada de las entrañas de la madre, con la majestuosidad de las murallas rendidas a la magia de tantos pelotaris y con una renovada fe en el mañana.

Todas esas sensaciones están por encima de lo que pueda suceder en el juego que allí esperamos encontrar. A fin de cuentas el ganar el quinze es una parte más, un componente más de esa liturgia que envuelve la presencia viva de un deporte que, indudablemente, es mucho más que un deporte. Porque si fuera un juego como otro, de esos que presumen de olímpicos, o de cautivar masas infinitamente más numerosas que las que hoy puedan congregarse en Pelayo; si fuese un deporte como los hay a decenas, no acudiría a la cita el presidente del poder legislativo valenciano, el president de Les Corts, digno sucesor de una institución que tuvo vida y poder decisorio hasta la desaparición del Reino de Valencia con el decreto de Nueva Planta de Felipe V. Acude Enric Morera, no a dirigir debates, ni a interpretar reglamentos, sino a testimoniar con su presencia el apoyo del pueblo valenciano a esa herencia cultural recibida desde los tiempos en que en cada barrio de la Valencia de Luis Vives se alzaba un trinquete; o de aquel Trinquet del Hospital que se construyó junto a la muralla, a la orilla del río, a la salida del portal del Cid y a la sombra de la histórica torre de Ali-Bufat, precisamente donde ondeó por primera vez el pendón del Rey En Jaume.

Así pues, esta final del Trofeu Corts Valencianes trasciende al deporte, al val i trenta, y al Va de Bo. Pelayo ha vuelto a renacer de la mano de un mecenas renacentista y con el apoyo decidido de la institución que representa a todo el pueblo valenciano. Pelayo, por fin, aspira, a estas horas, a ser reconocido como un templo de valor histórico y cultural, mundial. Sí, mundial. Al igual que los juegos de pelota de Mesoamérica, visitados por miles de turistas, Pelayo se convierte en un reclamo para aquellos que deseen adentrarse en la historia de los sentimientos, de la vida popular y del deporte. Construido en 1868 es uno de los recintos deportivos más antiguos de Europa en diaria actividad competitiva. Sólo el esferisterio de Alba en el Piamonte italiano puede competir en esa condición.

Y en ese templo, a partir de las 17 h., seis jóvenes valencianos lucharán por alzar el trofeo de campeones. Soro III de Massamagrell, Salva de Massamagrell y Carlos de Genovés se enfrentarán a Miguel de Petrer, Javi de Massalfassar y Héctor II de Massamagrell. Todos quieren ganar y todos tienen condiciones para ser dignos campeones de este torneo que tanto sentimiento encierra.