Nadie le para. El Valencia Basket igualó ayer la mejor marca de su historia. Ya suma 20 victorias consecutivas (10 en la Liga ACB y otras 10 en la Eurocup), tal como hizo en 1999 el Pamesa de Miki Vukovic, que ayer presenció el partido desde la grada. A partir de ahora, explora un terreno desconocido. El domingo tiene la oportunidad de mejorarse con el triunfo número 21, en Manresa. Su vigésima ganancia seguida se produjo por aplastamiento. La tunda fue para el Charleroi belga en la última jornada de la fase de grupos de la Eurocup, cerrada de forma inmaculada. Los «taronja», primeros», no tuvieron piedad de los belgas, últimos. Fue un triunfo sin paliativos, tan sólo discutido durante un ratito en el segundo cuarto.

Pedro Martínez apostó la dirección del juego a Diot, que asumió todas las responsabilidades en la base del equipo antes las ausencias de los dos bases principales, Van Rossom y Vives. Pero los focos se dirigieron pronto hacia Rafa Martínez, de nuevo muy fino desde la larga distancia. Anotó tres de cuatro intentos en el primer cuarto. Nueve puntos decisivos para que el conjunto de Pedro Martínez llegase con ventaja al segundo tramo. El catalán ha consolidado, esta temporada, su condición de francotirador. Su porcentaje en los triples es altísimo.

El trabajo del Valencia BC, en todo caso, fue otra vez una cuestión colectiva. Su equilibrio defensa-ataque le dio vuelo en el primer cuarto, en el que Dubljevic anotó 9 puntos. No está nada mal. Martínez le dio cancha, mientras reservó a Hamilton durante mucho rato en el banquillo. El Charleroi, ya eliminado, salió respondón. Con un ritmo alto, intensidad defensiva, mantuvo la igualdad mucho tiempo. Por eso resultó providencial la inspiración de Rafa Martínez desde lejos (31-25, primer cuarto).

Con el récord en la cabeza de los aficionados, y seguro que en la de los jugadores, el Charleroi aprovechó su condición de víctima. Tener nada que perder y poco que ganar da ventaja psicológica. Un parcial de 0-10 llevó la preocupación a La Fonteta (31-35, min. 13), que se convenció de que el rival no iba de carabina. Un dato: los máximos anotadores del equipo belga eran un ala-pívot, Gaudoux, y el base Baron.

Las estadísticas dicen que el Valencia Basket arranca con fuerza los partidos, se relaja después y vuelve a subir la potencia de los motores al final. Ocurrió, otra vez, ayer. Durante el segundo cuarto, el Charleroi fue un equipo más rentable sobre la cancha. Faltaba por ver su fondo de armario. Llegó a estar seis puntos arriba (37-43, min. 26). La reacción no se hizo esperar. Martínez gestionó los cambios con mucho sentido común. En tan solo tres minutos, las rápidas transiciones de los «taronjas», las penetraciones de San Emeterio y la aparición de Hamilton, con un triple, ya indicaban por donde iban a ir las cosas. (46-46, min. 20). Pese al empate, la tendencia del conjunto de La Fonteta era de equipo ganador.

Una avería en la canasta del fondo norte del pabellón alargó el descanso en La Fonteta. Tuvo que ser sustituida y en diez minutos se retomó el juego. Si alguien temía una nueva reacción de los belgas, pronto quedó consolado. El Valencia Basket regresó a la cancha como el boxeador que vuelve al ring a noquear a su rival.

La diferencia creció como la espuma en el tercer cuarto. Ya no hubo debate sobre la cancha. El Valencia Basket asestó un golpe definitivo, por si acaso, nada más volver a la pista. Un parcial del 18-0 dejó el partido sentenciado (64-48, min. 37). Algún jugador del Charleroi podría haberse planteado, con razón, si esa nueva canasta era más grande.

En la reacción «taronja» brilló San Emeterio, que reclamó la atención de La Fonteta con un trabajo excelso. El público se puso en pie para agradecerle una acción que refleja el ADN del equipo: recuperó la pelota y culminó la jugada con una canasta en una acción de nervio. De casta. El resto del partido, el último cuarto, resultó una fiesta colectiva. Un despliegue de juego y una batería de canastas dignas de un equipo cósmico. Hasta se estrenó el canterano Puerto.