La doble ración de maestros que nos ofreció ayer la nueva gerencia de Pelayo animó de manera especial las gradas del histórico recinto. Poco a poco parece recobrarse ese ambiente de tiempos no tan lejanos en los que, por estas fechas, el trinquet se convertía en un centro de encuentro social con empresarios, agricultores, jueces, profesores, ex presidiarios, profesionales de la apuesta o de la timba y gentes de toda condición. Pelayo siempre fue un lugar de encuentro de clases sociales, un parlamento de verdad, democrático donde los haya y donde el más prestigioso de los comerciantes de la «taronja» no era más que el humilde revendedor de décimos de lotería. Ahí estaba su encanto.

Y ahí está y debe estar el secreto de su éxito. Para proteger a toda esa fauna „con perdón„ piscícola, generalmente entrada en edad, la nueva empresa ha estrenado una bella «peixera» donde nadan a sus anchas, sin miedo a golpes de la vaqueta, los más hermosos «samarucs» y «fartets», algún que otro «tencot» y, pásmense ustedes, un precioso tiburón blanco al que, prestos e ingeniosos, los aficionados han bautizado con el nombre de Tio Luis. Allí están, capitaneados por José Luis López, escuchando las indicaciones de Manolo El Soro, que, con sus potente voz, procura despertar los sentidos generosos de quienes no disfrutan si no arriesgan unos euros.

¿A quién beneficiará esto?

El caso es que, salvo las espectaculares restadas de Javi el de Massalfassar, a quien la poblada barba le ha convertido en un auténtico Sansón capaz de derribar murallas tan poderosas como las del trío de Pere Roc, Jesús y Héctor II; o los dibujados «quinze» de Dani el de Benavites, que golpea con precisión geométrica; salvo esas pinceladas, el comentario más generalizado era el de valorar la nueva modernidad de Pelayo, bautizada como la «peixera». ¿Influirá «la peixera» en la belleza del juego? ¿Acabará por aburrir a los pelotaris que ven en ella una nueva barrera para rematar el «quinze»? De todo eso se hablaba en Pelayo mientras el peloteo se hacía largo y eterno salvo que entrara en acción Dani para marcar las rutas que buscan la salida a ese laberinto en el que se ha convertido el juego sin galerías. Queda hermosa la innovación, que muestra un pequeño paso en la evolución lenta pero imparable de este deporte.

¿Las partidas? Bueno pues, hubo de todo. Mucho peloteo, que se intentó amortiguar acortando las partidas a ocho juegos; quinzes de bella ejecución y derroche de facultades de una profesionales dignos de admirar, por su disciplina y generosidad. Muy bien Soro III, buen tono de Pere Roc pese a perder; soberbio, de matrícula, Javi de Massalfassar y Héctor II que consolida su posición de privilegiado «punter». La pareja de Soro III ganó 60 a 35. No gustó tanto la segunda partida donde el trío de Miguel, el magistral Dani y un eficaz Carlos derribaron la grandeza de Puchol II y Félix que sólo ganaron dos juegos: 60-30. Una advertencia a los valientes espectadores de la «escala»: protejan sus rodillas pues es el único lugar donde el «quinze» puede materializarse. Advertidos quedan.

De esta manera, la pareja formada por Soro III y Javi se medirán al trío Miguel, Dani y Carlos el próximo sábado en una final del trofeo Mestres, de nuevo en Pelayo, que promete emoción y pilota de alto nivel.