En la final del Trofeo Moscatel del año 1975 jugaba el equipo de los Colorados de Godelleta contra el de Alfarp, con Agustín, Conrado y Sopetes. La calle El Mesón estaba a rebosar pues el torneo había tenido un amplio seguimiento en la prensa, en tiempos en los que apenas salían cuatro rayas al mes. Ganaba Godelleta por tres juegos y faltaban tres para acabar. Agustín, «bot i saque», agarró la pelota antes de «ferir» y afirmó entre dientes: « ¡No han de guanyar!». Y efectivamente, Alfarp consiguió igualar la final, la única de la historia del torneo que tuvo dos campeones.

Tres años después, en la final del Trofeo El Corte Inglés de 1978, se enfrentaba el mismo equipo de Alfarp contra el de Mislata, con los hermanos Ortiz. Ganaba Mislata durante casi todo el duelo con cuatro juegos de ventaja a «pujar i baixar», pero remontó Alfarp en la última recta y conquistó el título entre el delirio general.

En Godelleta, ayer, con la cancha casi llena, la formación de Alfarp, hoy Ovocity El Marquesat, protagonizó una de las hazañas más emotivas que se recuerdan en una final. No tuvo el premio final de la victoria, pero sí el de la entrega generosa de los aficionados a su espíritu indomable. Ganaba Montserrat con Marc, Pepet, Carlos y Pablo por 40 a 10. Se cumplían los pronósticos a favor de un equipo que ganó El Corte Inglés y que ante los ojos de casi todos era superior, jugador por jugador. A fin de cuentas unos son semiprofesionales y los otros juegan un día a la semana, cuando sus ocupaciones se lo permiten.

Los chavales de Alfarp, Pau, Gerardo II, Sopetes II y Benja, «tots fills del poble», quisieron respetar el espíritu invencible del equipo capitaneado por Conrado, y jamás, jamás, perdieron la fe. Ni con el 10-40, ni con el 40-60. Allí estaba Pau para confirmar su condición de figura emergente de nuestro deporte; allí estaba un impecable Gerardo, soberbio de principio a fin; allí estaba Sopetes II para rematar todo lo que le llegaba mientras las fuerza comenzaban a flaquear en los rivales.

Pepet, de Alfara del Patriarca, hubo de tomar el timón para aguantar las embestidas cada vez más poderosas de sus rivales. Asistía entusiasmada la afición a un titánico duelo, con golpes mágicos, remates a las galerías tras «quinzes» peloteados con intención, entre la locura general. Con más de dos horas de intensa batalla se llegó al 50-65 con Alfarp en el resto. Nadie abandonó la cancha a pesar del horario ya vespertino. Podía pasar de todo. Montserrat dispuso de «Val Net» para superar la agonía y entonces Pau, otra vez, restó lo indecible, en todas las posiciones y de todas las maneras, y ganó el juego. Y también el siguiente: 60-65. En el momento en que Marc entró en el «bot», sacó fuerzas de flaqueza y remató una victoria que costó sangre, sudor y lágrimas.

La afición despidió a todos con una cerrada ovación. Había asistido a una partida épica, imborrable en el libro de los recuerdos. Dos clubes clásicos, de los que salvaron la «galotxa», elevaron ayer esta modalidad a la altura y el prestigio que merece. La afición transmitió a los pelotaris ese aliento de esperanza que sostiene las últimas fuerzas. En Montserrat se llevan otro título. Nadie en Alfarp regresó triste.