La final del torneo Mestres que ayer se disputó en Pelayo y que lo llenó como en las mejores finales del Bancaixa, nos ofreció la oportunidad de disfrutar con las primeras figuras del más antiguo de los deportes valencianos en el recinto deportivo en uso diario más viejo de Europa. De esa condición debieron enterarse varios jóvenes estudiantes llegados desde las tierras de Homero y su Odisea, y de la princesa Nausicaa, aquella a la que los griegos antiguos atribuyeron, muy atrevidamente, ocho siglos antes de Cristo, la invención del juego de pelota. Soro III y Javi vencieron con holgura a Miguel, Dani y Carlos por 60 a 25 en la final, con lleno en el trinquet.

Mientras los jóvenes observaban extasiados los golpes mágicos de los atletas valencianos, tropezaron con uno de esos eruditos que de vez en cuando se descuelgan por las gradas de Pelayo dispuestos a no parar de hablar. El caso es que, mientras los jóvenes helenos contemplaban con mucha más atención de la que cualquiera de nosotros prestaría a las ruinas del Partenón los golpes de nuestros pelotaris más distinguidos, escuchamos una arrebatadora lección que, sobre los orígenes de este deporte, ofreció el citado sabio.

En las losas del trinquet, Soro y Javi dominaban los primeros juegos y marcaban pronto diferencias. Ganaban los favoritos en las apuestas sin trazas de que aquello pudiera cambiar. Y mientras, atentos al parlamento, supimos que para los griegos la pelota era diversión y materia de aprendizaje escolar. O sea, como algunos la entendemos ahora. Era deporte tan común y considerado, practicado en equipo, que no se le incluía en los juegos de Olimpia, reservados para las individualidades. El erudito recordó a los jóvenes paisanos de Platón la afición por este deporte del famoso discípulo de Sócrates. En sus cartas enviaba recuerdos a sus compañeros de juego de Siracusa.

Pero lo que nos cautivó de forma definitiva fue conocer la pasión que el médico Galeno de Pérgamo mostró hacia el juego de pelota del que resaltaba infinidad de virtudes; «deleita la mente, relaja el espíritu y desarrolla la inteligencia», decía del mismo. Incluso alababa su valor como aprendizaje de la ciencia militar: «pues se aprende a atacar y a defender lo conquistado€», que es lo que ocurre con nuestro juego a Llargues i Ratlles, o Bote Luzea, Pallapugno€ Los jóvenes griegos comentaban entre sí con apasionado interés y parecían agradecidos de esta lección. Con todo, el traductor, un joven de Meliana, tuvo ocasión de trasladar una definitiva y revolucionaria hipótesis: «los investigadores valencianos están equivocados al adjudicar a la feninde griega,que es el herpastum romano, la antigüedad primigenia de nuestra pelota. Los estudios filológicos más serios consideran que ese juego de pelota se asemeja mucho más al rugby porque habla de contactos físicos. El juego primogénito de la pelota que hoy conocemos es el epyskiros que lo describe Galeno de tal manera que en muy poco diferiría de vuestro juego a Llargues€».

Este cronista se quedó con la copla pues es algo de enorme importancia. Según esta teoría, basada en estudios del profesor García Romero, del departamento de Filología Griega y Lingüistica Indoeuropea de la Complutense, hemos de rebautizar nuestro trofeo más emblemático. Puestos a evolucionar tampoco debe ser problema cambiar feninde por epyskiros€pensé.