Contóme ayer un aficionado edetano de una anécdota ocurrida hace muchos años, en los preliminares de un desafío entre aficionados del trinquet de Llíría. Faltaba un chaval para completar el equipo. Pasaron por allí un par de jovencitos y el apostador más interesado optó por una entrevista personal. Ambos, efectivamente, eran jugadores; ambos se mostraban ilusionados en formar parte de una partida que levantaba pasiones entre las gentes.

El «manager», tras diversas averiguaciones y preguntas técnicas, no acababa por decidirse. Finalmente acabó por preguntar donde vivía cada uno de ellos. Uno afirmó vivir lejos del trinquet. El otro dijo haber nacido en la casa contigua al trinquet. No hubo dudas en la elección: eligió al chaval que vivía junto al trinquet. Y, naturalmente, acertó.

Esta reflexión vale para colocar el marco y analizar los personajes y el argumento de la semifinal vivida ayer en Pelayo. Ocurre que todos los protagonistas han «nascut dins d' un trinquet» y conocen el oficio como exigen los viejos gremios medievales para otorgar el título correspondiente. Soro III y Salva se han criado entre las paredes del trinquet del Tio Pena; Álvaro Francés lo ha hecho en Petrer, Félix, en Dénia y su comarca, mientras que Carlos ha nacido en Genovés, en cuyo centro geométrico y sentimental, está el trinquet levantado por el Tio Bataller.

Así es que, tras una primera parte en la que los nervios parecían atenazar a Francés y nos dio por pensar que sería una partida «fallera», es decir, de pies deshechos de andar, buñuelos, chocolate, dispersión y agotamiento, vino una reacción espectacular, un florecer del temple del joven de Petrer, que es un artista de la pilota, una igualada a 40, y una recta final bellísima, donde cada golpe atesoraba los años de perfeccionamiento técnico, de durísimos estudios sobre la geometría analítica y la trigonometría. Estudios que ahora, con la llegada de la «peixera» y la prohibición de las galerías, han obligado a reconsiderar cálculos matemáticos y fórmulas de la ciencia dinámica que parecían incuestionables. Pero todo ello y mucho más demostraron dominar los maestros que ayer se anunciaron en Pelayo para gozo de los escasos tres centenares de aficionados que desafiaron el acercarse a Valencia en fallas.

Algunos optaron por el fútbol de Orriols. Aún les pasó poco: Se perdieron una partida para enmarcar y perdieron frente a un equipo que siempre consideraron de barrio, impropio de calificarse como «eterno rival».Ganó la pareja de Soro III y Salva al trío de Francés, Félix y Carlos por 60 a 50 tantos. Pudo ganar el trío por lo que el triunfo de la pareja es más meritorio si cabe. Inmenso el campeón Soro que levanta «lo que no està escrit», como me dijo al oído, secretamente, Tonín.

Todos fueron despedidos con una cerradísima ovación pues habían ofrecido un espectáculo digno de las alabanzas del mismísimo Rovellet, exigente catedrático de la Universidad de Pelayo.