Más no significa siempre mejor. Paradoja: en el caso de la práctica deportiva, todos los estudios confirman que el exceso de ejercicio físico incontrolado resulta, en ocasiones, más letal que el sedentarismo. Pese a que la muerte súbita en el deporte es relativamente infrecuente (sólo un caso entre 50.000 por año en el caso del atletismo popular), muchos fallecimientos podrían evitarse con más controles médicos y con una mayor precaución a la hora de ejercitar el corazón. Lo mismo ocurre con las lesiones, algunas irreversibles. En el sentido común está la clave, como en todo. El problema es que en el deporte popular, a veces, es el menor de los sentidos. Cualquiera se gasta 120 euros en unas zapatillas de marca o en un cronómetro de última generación, pero a muchos les sigue picando el bolsillo para pagar lo mismo por una prueba de esfuerzo. La precocidad para correr maratones está a la orden del día y salir a correr a más de 30 grados con dos capas de ropa, bajo un sol asfixiante, sigue siendo una imagen habitual en cualquier parte. «Todavía no hemos asimilado el ´boom´ de las pruebas populares», explica Miguel Ángel Buil, especialista en medicina del deporte.

«España no la tiene cultura deportiva suficiente para practicar el volumen de pruebas populares que hay en oferta», afirma el doctor. En comparación a otros países de Europa, sobran personas que practican alguna disciplina de forma extenuante, por encima de sus posibilidades y lejos de cualquier control médico. Afortunadamente, la cifra de responsables tiende al alza, pero las comparaciones con el resto de Europa siguen siendo preocupantes. En la mayor parte de los países de nuestro entorno, no se da permiso para competir a deportistas que no aporten una certificación de aptitud. La famosa prueba de esfuerzo que, acompañada de un electrocardiograma y una ecografía del corazón, descarta muchas tragedias. Por encima de los 35 años, hay que complementarla bien con la sensatez, porque a partir de esa edad las pruebas no son suficientes. «El envejecimiento coronario está ahí y hay que controlarlo en la medida en que se pueda», añade Buil.

La reflexión la comparten todos los cuesitonados estos días a consecuencia de las tres muertes súbitas sucedidas en en la Comunitat Valenciana en cuestión de horas, dos en el Maratón de Navajas y otra en una partida de pádel. Y la corrobora Buil, de la clínica IVRE, donde estos días el teléfono echa humo. Los últimos acontecimientos han disparado las alarmas y, por tanto, la demanda de pruebas de esfuerzo. En muchos casos no llaman los propios deportistas. Son sus madres o sus mujeres las que descuelgan el auricular. Ese es el problema.

Hasta el sexo puede matar

La muerte súbita en el deporte no se concentra en el atletismo popular, en pleno «boom». La lista de de disciplinas más susceptibles la lideran el ciclismo y el fútbol, por este orden. La bicicleta obliga a estar muchas horas con el corazón trabajando y el fútbol es un deporte especialmente intenso. Después está el atletismo, la gimnasia y luego vienen todas los demás. Incluida la natación. «Es el primer sector del triatlón es dónde se producen más muertes. Por el cambio de temperatura, por el estrés del inicio de la prueba...», explica Buil. En realidad, cualquier exceso físico puede provocar un infarto fatal. También hay gente a la que le claudica el corazón practicando el sexo. Sí, el sexo es recomendable para la salud física y mental, como el deporte. Pero también puede matar cuando el corazón no está bien ejercitado.

El deporte es bueno para la salud. Es una afirmación categórica. «Pedimos a la gente que no sea sedentaria, pero el problema está en que de repente mucha gente se ha vuelto loca y aplica los parámetros mínimos que requiere el cuerpo para adaptarse», explica Buil. «No es raro ver a gente que se cree experta en correr o ir en bici cuando sólo lleva dos años haciendo deporte. Hace 20 años esto no existía. Se apuntaban 500 a un maratón y ahora lo hacen 12.000. Muchos no están preparados ni se han hecho pruebas», añade. El resultado es fatal: hay un desajuste claro entre lo que uno puede hacer y lo que realmente está haciendo. Después, vienen los problemas: tendinitis, lesiones articulares, dolencias de espalda y, en un extremo, alguna cardiopatía. Hay otros factores incontrolables. Morir practicando deporte es, a veces, totalmente impredecible.