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El juego a llargues vuelve a Texas

Los hermanos Arellanes son nacidos en Oaxaca, la antigua Antequera de Hernán Cortes, el santuario de la pelota mixteca, adjetivo que identifica a los indígenas de la región, los más remisos a la asimilación cultural que se llevó a cabo tras la colonización. De hecho, esa lucha por la identidad no ha decaído en los últimos decenios y los mixtecos oaxaqueños que emigraron a la capital mexicana llevaron consigo su juego preferido, el que cada tarde de domingo en los campos abiertos a las piteras y chumberas practican los viejos pelotaris tras tomar el mezcal y arriesgar unos cuantos pesos mexicanos, pues allí, como en otros tantos lugares la pelota suele ir acompañada de la apuesta.

La pelota mixteca sigue viva allá donde vaya a vivir un mexicano de los lugares profundos de Oaxaca o Guerrero, sea en la capital federal, en los pueblos californianos o en los pueblos de Texas. Todos ellos de la patria mexicana que hoy luchan por recuperar parte de lo que fue una identidad suplantada por el poder de las armas a mediados del siglo XIX.

Los hermanos Arellanes forman la mejor escuadra del juego mixteco. Ellos son los mejores embajadores de su deporte. Ahora han realizado una exhibición en, Dallas, Texas. Ellos recuperan los juegos tradicionales para aportarlos a la suma de identidades que es la CIJB. Han llevado el juego de pelota a largo, el que cuenta por quinzes y «ratlles», como se cuenta en Parcent, Sella o Benimagrell, en el Piamonte y la Liguria, en La Picardia o Flandes, en las profundidades vasco-navarras o de las montañas andinas a la capital californiana; han activado a productoras de televisión, a autoridades políticas. Han organizado torneos internacionales. Y han vuelto a abrir ilusiones y canchas en aquellos territorios que fueron esencia indígena y mestiza y que explorara un mallorquín de Petra, para escribir su alegría por encontrar tomillo y romero, el mismo de la Tramuntana de su tierra natal. Lo hacen para que no olviden sus raíces, no olviden que el juego de pelota, su juego, el heredado de Monte Albán, es espejo de su historia y de su ser.

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