Durante muchas décadas la pilota valenciana, en su vertiente profesional, vivió en el espíritu más liberal que pueda entenderse, como «planta silvestre que nadie cuida pero sigue firme gracias a sus fuertes raíces», en acertada comparación del cronista Lorenzo Millo, el mismo que aseguraba que la pilota valenciana había sobrevivido, en contraste con la pelota vasca por la relación libre entre «trinqueters» y jugadores.

Los trinquetes, como bien los calificaba el maestro Juliet d´ Alginet eran en aquellos tiempos «casas de juego». Los ingresos más importantes procedían del grueso de las apuestas privadas, que, prohibidas por la autoridad, convertían a los trinquetes y frontones en refugio de amantes del riesgo.

La liberalización del juego, que empezó con los bingos, casinos y tragaperras, empezó a deteriorar trinquetes y frontones. La apuesta empezó a flaquear y los ingresos bajaron considerablemente. La curva se ha hecho especialmente acusada con la llegada de la crisis y con la generalización de las casas de apuestas en internet.

Fernando Vidarte, máximo responsable de la empresa Aspe, de pelota profesional vasca, confesaba recientemente que los ingresos de las apuestas han bajado un noventa por ciento. Exactamente igual que ha ocurrido en Valencia. La empresa vasca ha reducido plantilla y sueldos a pesar de que ETB siempre ha apostado por este deporte aportando una buena cantidad económica por derechos de imagen, que hace años no bajaba de los seis mil euros por partida televisada. En Valencia, mientras hubo TVV nadie exigió derechos de imagen por las partidas profesionales y a pesar de televisarse semanalmente los ingresos privados por publicidad apenas llegaron.

Los golpes mortales

La desaparición de Bancaixa, la crisis financiera de los ayuntamientos y el cierre de la RTVV fueron golpes mortales. En tiempos relativamente recientes la pilota sobrevivía con varios trinquetes abiertos diariamente. Hoy eso es impensable.

Aquella sociedad agraria ya no existe. Los horarios son los de una sociedad obrera con sueldos de miseria, con pensiones que han de ayudar a la caja familiar. La apuesta voló de los trinquetes. La recaudación por taquilla apenas da para cubrir gastos de mantenimiento. Sólo en días muy señalados se llena el trinquete.

La administración afirma su propósito de ayudar pero los cajones están vacíos. Los pagos prometidos no llegan. La empresa que todavía gestiona el día a día ha sido rescatada por una póliza que avala José Luis López. El empresario ejerce un mecenazgo renacentista: Compra Pelayo y asume generosamente el déficit de la empresa Val Net.

Pero todo tiene un límite. Ahora exige a la administración que pague pronto y que aumente sus ayudas al mundo profesional. Y la Federació, que nunca gestionó este mundo, se encuentra presionada por arriba, de cuyos ingresos depende, y por abajo, pues el mundo de los clubes exige trato igualitario.