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Va de bo

El regreso de la gran ópera vasca

Hubo un tiempo en el que la pelota vasca tenía una voz influyente en Madrid, la del periodista Enrique Gil de la Vega, «Gilera», que a través de las páginas de ABC abogó por la pervivencia y consideración de un deporte que consideraba profundamente español. A «Gilera» le disculparemos que nunca tuviera un detalle con la pelota valenciana, pues convencidos estamos de que no la conocía.

Cuando llegaban los mundiales de pelota vasca «Gilera» distinguía entre las modalidades grandes de la pelota vasca y las que calificaba como «mini-modalidades», en «consonancia con la moda de las minifaldas», afirmaba. Las grandes eran la mano, la pala, el remonte y la cesta. Las mini, aquellas que se jugaban con pelota de goma, generalmente más extendidas, por facilidad y economía, para desgracia de «los recios ejemplares de la raza vasca, que están que bufan?».

Antes, a finales del XIX, en su obra La Pelota y los pelotaris, el escritor y periodista Peña y Goñi venía a hacer una comparación irónica entre los juegos a «ble», o sea, contra el frontón, y los antiguos, a largo. A los primeros los identificaba con la zarzuela y al juego a largo, directo, de unos contra otros, con la «gran ópera».

Estos días, casi siglo y medio después de los lamentos de Peña y Goñi, resurge con fuerza una modalidad grande que, probablemente, no conoció «Gilera». Gentes de Oiartzun, en Gipuzkoa, como antes lo hicieron las gentes de Baztan y Bidasoa, han conseguido organizar la I Liga Vasca de Bote Luzea, el nombre vasco de Llargues. Participan seis equipos: dos de Gipuzkoa, tres de Laburdi y otro de la Baja Navarra. Confían en que Baztán se incorpore en años venideros. También han recuperado el Pasaka, que es juego directo «per dalt corda», semejante a la «galotxeta» valenciana. La ETB dedicará un programa a este movimiento. Y a mediados de octubre brillará una nueva Champions de Llargues con los equipos campeones de los distintos territorios europeos.

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