«Me voy triste, por supuesto. Quería una quinta medalla en los que, casi seguro, serán mis últimos Juegos. Pero no tengo nada que recriminarme a mí mismo». En estos términos se expresaba Ricardo Ten minutos después de concluir en la quinta plaza la final de los 100m braza SB4 de Río 2016.

El nadador del Proyecto FER, programa impulsado por la Fundación Trinidad Alfonso, aspiraba a un colofón ideal: alcanzar una medalla en la capital carioca y sumar el repóquer de metales en unos Juegos Paralímpicos. Ese era su plan. Su propósito. Pero la alta competición no entiende ni de objetivos, ni de teorías ni de esbozos. Solo atiende al momento exacto de la prueba. Y en este caso, el nadador valenciano no pudo estar a la altura de los mejores.

En su rostro, resignación, pero también orgullo de quien no tiene nada que recriminarse a sí mismo. «La clave ha residido en mi primer parcial. No he hecho la primera mitad de la final como me hubiera gustado. He acumulado un retraso que después ya no he podido compensar», proseguía Ricardo Ten, de 41 años.

Precisamente, la edad era otro de los argumentos a los que aludía el deportista valenciano en su particular explicación de la prueba: «Los cuatro nadadores que me han superado son más jóvenes que yo. Algunos disfrutan ahora de su curva ascendente, como el chino que ha ganado. Otros ya dibujamos el sentido contrario», señalaba Ricardo. Ley de vida. Tampoco el reloj biológico se detiene. Aunque su salida fue buena, muy pronto se vio rebasado por algunos de sus rivales. Como competidor ejemplar que es, se exprimió al máximo para obrar el milagro de la remontada y subir al podio de nuevo. Hubiera sido su quinta medalla individual en unos Juegos. No fue posible. «No pasa nada», desdramatizaba Ricardo Ten, quien sí insinuaba que no llegará a Tokio 2020. «Ahora a disfrutar del espectáculo, y a animar al resto de compañeros valencianos y españoles», comentaba un Ricardo Ten aliviado tras desembarazarse de la presión que conlleva una participación en unos Juegos. El nadador FER se fue al vestuario con su eterna sonrisa. La que casi nunca le abandona. Resignado, pero orgulloso. Ricardo nunca pierde. Como mucho, le ganan.