­En el fútbol suele confundirse la intensidad y la agresividad que con tanto ahínco se reclama desde los banquillos, las gradas y algunos medios, con la pura violencia. El juego sucio. Amparados por ello, hay futbolistas que aprovechan cualquier lance del juego, como un balón dividido, para arremeter con malas artes contra sus rivales.

Uno de los jugadores que se siente cómodo en esta difusa frontera es Luis Suárez. El goleador uruguayo, capaz de firmar tantos de factura maravillosa, ha dejado su dolorosa huella en más de un defensa de la Liga española en las tres temporadas que lleva visitiendo la camiseta del Barcelona.

El pasado miércoles uno de los tacos de su bota quedó registrado en el empeine de Filipe Luis. El lateral del Atlético de Madrid recibió un planchazo del ariete barcelonista en una pugna del partido y, mientras se retorcía en el suelo por el dolor, Suárez se dirigió a él para recriminarle que fingía. Después del encuentro, el «colchonero» publicó en las redes sociales una foto en la que se puede comprobar los efectos del apodado «caníbal» sobre su pie derecho. «Menos mal que no me toca», añadió Filipe Luis.

La respuesta de Suárez se armó con uno de los tópicos que arrastra el deporte profesional. «Esto es fútbol, es de hombres y lo que pasa queda dentro de la cancha. El año pasado no colgó la foto, ¿no? ¿Colgó la foto Messi la pasada temporada? Esto es fútbol, repito, para hombres», se defendió.

Antecedentes en Mestalla

Lo que pasó la temporada pasada fue que Abdennour, central del Valencia, también sufrió las tarascadas de Suárez. Al finalizar el duelo entre el Valencia y el Barça (1-1), el central tunecino quiso reflejar en las redes sociales las marcas de la lucha sobre el terreno de juego con Suárez. Otro taco grabado en el empeine y brazo maltrecho. Otra muesca de la agresividad mal entendida.

Suárez fue sancionado por la FIFA a realizar cualquier actividad vinculada al fútbol durante cuatro meses tras morder a Chiellini en el Mundial de Brasil, en 2014.