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Corriente

Corriente

La vida empezó a joderse cuando las letras de Bancaixa dejaron de salir por la tele antes de los partidos. Ahí emanaba un orden sencillo pero majestuoso: sabías que la B se la iba a pasar a la A, la A a la N y la N a la C, y así todas las letras en fila hasta el golazo de chilena de la tercera y última A. Se respetaban las reglas. La lógica fluía sin sorpresas ni cosas raras, quiero decir, explicando el sentido real del cosmos. Me aventuro a asegurar que podías dejar entonces la puerta de casa abierta sin temor a un robo, mientras los niños jugaban felices en el jardín sin miedo a ser raptados por un desconocido. De sábado en sábado, uno podía confiar. Sabías que si el Valencia perdía era siempre culpa de los árbitros igual que sabías que después del «partit oferit?» llegaba la rotundidad familiar y grave: «per BAN-CAI-XA».

Pero quitaron la entradilla y se jodió todo.

También me gustaba el uso de la música de Piratas del Caribe en la previa de aquellas siestas sabatinas de Segunda División B. Se podía interpretar como un anticipo de los peligros que te esperaban en la Magdalena de Novelda aunque, bien pensado, la advertencia se quedaba corta. Johnny Depp duraría diez minutos recibiendo de espaldas en la zona del mediapuntita, ante esos centrales de codos huesudos y pelos en las piernas.

En Novelda un tipo tiró una vez una silla a un linier. En Orihuela, en otra ocasión, lanzaron un casco de motorista a un jugador. Se notaba que aún no había llegado la crisis. Los energúmenos eran espléndidos en sus agresiones. En la grada delinquían claramente por encima de sus posibilidades, y en el verde arriesgaban la vida de campo en campo, pero oye, con un poco de suerte amueblaban la casa e iban tachando regalos de la lista de bodas [lo que se tira no se quita].

El hombre de la silla en Novelda siempre me intrigó. Reviso hoy las imágenes y la memoria no me traiciona: veo un señor adulto, tirando a mayor, vestido como recién salido de misa. De hecho, probablemente fuera ese mismo día a misa, se afeitara de buena mañana y leyera la prensa en su sillón. Probablemente, también, fuera un hombre de ley y se considerara a sí mismo una buena persona. Es aquel poema del viejo Hank llevado a la práctica: «Hay suficiente traición y odio, violencia, necedad en el ser humano corriente como para abastecer cualquier ejército».

Cuidado con el hombre corriente.

Algo tiene el fútbol que desnuda a la gente. Sobran ejemplos en las últimas semanas. Se suele decir que un jugador o un aficionado se transforma en el campo o en la grada. Quizá sea al revés y se transformen fuera del campo o de la grada, y el brote espontáneo y violento refleje su verdadera naturaleza. Se dice poco lo milagroso que en realidad es tener carreteras, hospitales y panaderías siendo como somos. Juan Luis Arsuaga recuerda a menudo, cuando le comentan cómo está el mundo, que «para ser monos no estamos tan mal». Debe ser el consuelo científico que queda.

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