Excepto el tío Valero, pocos podían intuir entonces lo que estaba por llegar. Hace 20 años, en la calle Meravelles de Vinalesa, su nieto soñaba con ser campeón. Jugaba bien al fútbol, destacaba en el equipo de su pueblo, pero la pilota le aportaba algo distinto. Algo más. Por eso, en aquella calle, ante la pared de la casa de sus abuelos „la del tío Valero„, Francesc Xavier Puchol i Catalunya «Puchol II» (Vinalesa, 25 años) peloteaba sin descanso durante horas, días, semanas... Allí, entre ventanas, balcones, bordillos y el paso de algún coche inoportuno, Puchol II forjó su famoso «rebot». Fue el golpe con el que ayer deslumbró „una vez más„ en Pelayo. La catedral se rindió ante su elegancia y poderío para coronarle sin discusión.

Porque ayer fue el día de Puchol II. Lo fue desde el principio. Tres cuartos de hora antes de que se entonara el «va de bo», iniciaba el calentamiento sobre las losas del trinquet con la mirada perdida. Mientras Soro III prefería concentrarse a oscuras en el vestuario, a puerta cerrada, el de Vinalesa calentaba sonriente, incapaz de disimular los nervios. «Anem a per totes!», aseguraba a los que le daban ánimos.

Poco a poco l´escala se fue tiñendo de rojo, el color de los ruidosos «Puchol Fans». Tampoco le fallaron esta vez. Sus preparadores, en primera línea, y su padre, atento a cada quinze pegado al muro, conformaron el punto de apoyo de Puchol II en los mejores y, sobre todo, los peores momentos. El «Pucholet, Pucholet!» se comió en las galerías al «Quico, Quico!», excepto cuando Soro III estaba ya contra las cuerdas. Todo ello en un trinquet renovado en el que ha mejorado sensiblemente la visibilidad de la pelota, gracias a las remodelaciones impulsadas por José Luis López

Pero es que la partida irradió tensión por los cuatros muros. Las posturas comenzaron dando como favorito a Soro III. Alguno llegó a dar de cinco. Pero con el paso de los juegos todo dio una giro inesperado, al menos sobre el guión escrito en la previa.

Las emociones estaban a flor de piel. Tanto es así que alguno de los espectadores se llevó la reprimenda de los jugadores por devolver alguna pelota que estaba fuera. Cada quinze, cada rebote, cada pilota parada en l´escala era una vida, un golpe de oxígeno para los dos protagonistas de la gran batalla del año. Además, la caprichosa vaqueta perjudicó en más de una ocasión a Soro III, quien pese a golpear con toda su potencia la pelota, veía cómo rebotaba en el fondo del trinquet, entre los asientos, y volvía a ponerse en juego, en favor de Puchol II. Así desperdició el de Massamagrell varios «val» que le dejaron fuera de juego en la final.

Otra partida a parte disputaron los feridors. Pedrito, que acompañó a Soro III el año pasado en su victoria, tuvo algunos fallos que desquiciaron al resto de Massamagrell. «Tranquil Pedro!», le gritaba desde el fondo de la cancha. El experimentado feridor compensó errores con aciertos, pero estuvo algo menos entonado que Oltra. El feridor de Puchol II se llevó la ovación de la gente de Vinalesa en cuanto acabó la partida y salió de los vestuarios. Acertó mucho y obligó a Soro III a hacer el dau muy incómodo.

Entre las butacas, de hecho, más de uno se sorprendía del juego de Quico. «Està desconegut, està regalant la partida», expresaba uno de los miembros del comité de sabios de Pelayo. Respecto a los sabios, no faltaron los más importantes. Rovellet, Genovés, Álvaro y Grau, entre otros, se dejaron ver entre el público, expectante.

El último quinze dio paso a la euforia. Puchol II se quedó bloqueado mientras la grada se alzaba al grito de «Pucholet, Pucholet!». Hace 20 años, en la calle Meravelles, sólo lo intuyó su abuelo, el tío Valero.