Cuando una partida anunciada con la trompetería de las grandes ocasiones acaba 60 a 25, sientes la necesidad de justificar el loable empeño de la empresa en animar las pasiones de la gente para llenar las gradas, como así ocurrió, y la de disculpar a los derrotados, cuando entre ellos está un campeón de la grandeza de Soro III. Tardes como las de ayer son las que un pelotari de su categoría olvidará, esperemos que pronto, por aquello de que la memoria suele borrar lo desagradable.

Fue una tarde dura para el de Massamagrell, que se encontró con una fortaleza inexpugnable. Quiso derribarla a base de cañonazos a los rebotes, uno tras otro, para disfrute de uno de los mejores reboteadores que se recuerdan. No es fácil jugar contra Puchol porque es pelotari integral, de los que marcan época; pero Soro III, como ocurrido en la final, insistió en ofrecer rebotes claros a quien hace de ellos su mejor arma. Lo tenía difícil Soro III porque si por una de aquellas buscaba evitar a Puchol, se encontraba con un inmenso Héctor, el de Massamagrell, que es un pelotari de la raza del Xato de Museros. Y por su no fuera suficiente, Monrabal , su compañero, volvió a hacer cosas hermosas y fallos impropios.

Así es que, de lo mejor de la tarde fue conversar con un joven estudiante menorquín, Toni Salort, que en perfecto valenciano nos dijo que se trataba de un «esport espectacular. M´encanta que la gent estiga tan a prop?», mientras le explicaba las reglas un turolense de Alfambra, Francisco Blasco, que nos hablaba de los trinquetes de aquella comarca, verdaderas joyas del patrimonio deportivo arquitectónico español, absolutamente olvidadas. Todo eso mientras Puchol exhibía su grandeza. ¿Para cuándo contra «tres triats»?