Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

El Clásico

El Clásico

Imagino que algo habrán oído: el sábado se jugó el Clásico. En mi caso, el clásico partido que no veo porque estoy trabajando en el periódico. Esto es algo que no te explican cuando decides dedicarte a este oficio, una paradoja de leves consecuencias. Yo veía mucho más fútbol, pero mucho más, cuando no era periodista deportivo, en parte porque ahora trabajo siempre en fin de semana y en parte porque, mira, las pasiones se van apagando a medida que uno envejece, y el fútbol tampoco es ajeno a esta máxima.

Lo que más extraño de mi yo pasado, en ese sentido marchito del apasionamiento futbolístico, es la insistencia que gastaba para conseguir ciertas cosas. Por ejemplo, debí ser gigantescamente pesado con mis padres en la previa del Mundial 2002 de Japón y Corea. Al final conseguí que se abonaran a Vía Digital [la tercera plataforma televisiva de pago contratada simultáneamente en casa] para que no me perdiera un solo partido. El argumento definitivo fue apuntar que en el siguiente Mundial ya habría terminado la carrera, estaría trabajando y no podría verlo. El caso es que nunca me licencié y sigo viendo el Mundial cada cuatro años, mal que bien, pero ahí me demostré a mí mismo que podría ser un buen político si me lo propusiera.

Fue aquel un Mundial que me marcó, por cierto. No por las grandes gestas que presencié, ni mucho menos, sino porque no he vuelto a madrugar con regularidad desde entonces, con aquellos horarios asiáticos.

Ahora que me dedico a lo que supongo que entonces quería dedicarme, subo al pueblo en verano y me preguntan cuándo iré a El Chiringuito. Yo pongo cara de pero qué me estás contando, cara de qué imagen tienen estos de mí, pero en el fondo, como miembro del gremio este, lo tengo merecido. Me preguntan también qué le pasa a Messi, y cosas así, y yo qué cojones sé qué le pasa a Messi. Si ni siquiera sé qué está haciendo mi mujer mientras yo trabajo sin poder ver el fútbol, si ni siquiera sé qué me pasa exactamente a mí la mayoría del tiempo, cómo voy a saber qué le pasa a Messi, que lleva media semana sin marcar o algún dramita parecido. Yo no voy preguntando por ahí a los profesores por el ministro de Educación, ni a los empleados de banca por la familia Botín, pero ellos piensan que los periodistas tenemos un grupo secreto de Whatsapp donde nos desvelan en exclusiva los grandes misterios futbolísticos de nuestro tiempo.

Pienso que la sobredosis de realities televisivos, la constante exposición de famosos y no famosos, la aplicación a lo privado de la lógica de un guion en público, tiene bastante culpa de este fenómeno, pero aún no he madurado del todo la teoría.

En el fondo, que te pregunten por Messi es lo mejor que te puede pasar. Sobre todo porque las alternativas en la conversación serían del tipo estás más gordo, ¿no? Es peor incluso en el asunto local, porque ese fútbol de carne y hueso duele de veras. Ya lo he dicho alguna vez: preguntan cómo salvar al Castellón y yo ni siquiera sé si podré salvarme a mí mismo, para empezar, aunque ese sea el clásico particular y real de mi propia era.

Compartir el artículo

stats