Último minuto del partido, el CAU Valencia dispone de un lanzamiento directo para ganar. Los ánimos están a flor de piel, pero, la gente pide silencio y los aficionados de los dos equipos lo respetan escrupulosamente. Edu Sorribes, encargado habitual de este tipo de tiros, lanza, pero falla. Los aficionados del Tecnidex Valencia, cuyo equipo va ganando por un ajustado 17-16, respiran, pero el árbitro indica que se ha de repetir. Se escuchan algunas protestas, prácticamente las únicas durante todo el partido, pero el tiro se repite con idéntico resultado. Y ahí, de inmediato, se acaba toda la tensión y llegan las felicitaciones mutuas.

El Tecnidex salió vencedor, pero, quien de verdad ganó en toda esta larga matinal en el Polideportivo Quatre Carreres presenciada por el alcande de Valencia, Jon Ribó, fue el rugby. Sí, porque este deporte, donde los valores del respeto se enseñan desde la infancia, está viviendo una auténtica eclosión en la ciudad y prueba de ello fueron la gran cantidad de niños de todas las edades que se dieron cita ayer en una jornada que se planteó como una fiesta del balón ovalado.

Poco antes de la una se respiraba en el ambiente que estaba apunto de empezar el derbi por excelencia del rugby valenciano. La grada se llenaba de familias, de amigos, de ex jugadores de uno y otro equipo dispuestos a vivir una jornada de convivencia, de competitividad y deporte, pero también de respeto y de admiración mutua.

Las más de mil personas que vieron el choque lo sintieron al máximo, animaron a sus equipos, lamentaron los errores y aplaudieron los aciertos, pero en los ochenta minutos que duró no se escuchó ni un insulto, ni una palabra más alta que otra más allá de la petición de alguna tarjeta o de esas ya comentadas lamentaciones al final porque al CAU le permitieran repetir el tiro final.

En el rugby, afortunadamente, no hay que esforzarse por acallar a los radicales o por expulsarlos de los campos porque, sencillamente, no los hay, y eso se agradece, más aún cuando hay en la grada tantos menores que aprenden de lo que ven a su alrededor, de lo que otros hacen y dicen.

En la grada, una madre comenta a su hijo pequeño «deben acabar muertos después de un partido así», a lo que el niño responde «no, ¿por qué? si eso es adecuado a su edad». Y aquí, en la adaptación progresiva al deporte, en la incorporación de los elementos como las melés, por ejemplo hay otra peculiaridad del rugby.

A todo eso, el partido iba evolucionando, a veces con más emoción y otras con menos, pero siempre con la sensación de que una buena jugada podía cambiarlo todo. En el minuto 34 un increíble ensayo del local Dryvers, que se iba de varios jugadores desde el medio del campo para llegar a la línea de fondo, daba la vuelta al marcador. Antes, el CAU se había adelantado con 0-6 con dos tiros de castigo anotados por su especialista, Sorribes. Luego el Tecnidex se ponía 5-6 con su primer ensayo y ahora lograban el 12-6 con otro ensayo y transformación posterior.

Por si fuera poco, el Tecnidex sumaba su tercer y último ensayo nada más reanudarse el partido. El choque se ponía con 17-6 y podía parecer sentenciado. Pero, nada más lejos de la realidad. Un ensayo del visitante Herrero ponía el 17-11 y ahí empezaba un acoso total del CAU que tuvo su premio ya cuando el marcador estaba en su tiempo de descuento. Guillermo Vicente hacía subir el 17-16 con otro ensayo y dejaba la responsabilidad del triunfo a la transformación de Sorribes, quien falló en dos ocasiones para acabar un día de rugby en estado puro.