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Alejandra Soler, último eslabón del deporte heroico

Alejandra Soler, último eslabón del deporte heroico

Alejandra Soler Gilabert, recientemente fallecida, era el último eslabón que conectaba el deporte valenciano con pioneros y pioneras de principios del pasado siglo. La conocí en su casa de Valencia poco antes de que hiciera su último viaje por Rusia, en una gira fluvial junto a amigos de su estancia en Moscú. Entre ellos, el piloto, republicano André Fierro Ménu. Alejandra conservaba amistad con varios de los españoles que fueron importantes en la Unión Soviética, como Artemio Precioso, que acabó siendo profesor de la Academia Frunze, José María Bravo, piloto que dirigió la escuadrilla que protegió a Stalin hacia la conferencia de Teherán y también con varios de los alumnos a los que había salvado en la odisea de la batalla de Stalingrado ciudad de la que salió siendo maestra y devino en heroína.

Alejandra Soler perteneció a la generación impulsada por la Institución Libre de Enseñanza que compaginó la cultura con el deporte. De los maestros que compartieron actividades tan dispares nacieron muchachas que hicieron del deporte actividad igualitaria. Las mujeres deportistas nacieron en familias acomodadas y de ahí que fueran estudiantes, actividad infrecuente en la época. Si en la Universidad fueron extrañas y costó que su presencia en las aulas fuera adquiriendo naturalidad, en el deporte sus actividades fueron más sorprendentes todavía. Por ello, la mayoría aprobaron sus carreras y promovieron la idea de que no era solo cosa de hombres. No obstante, la escasez de mujeres deportistas hizo que algunas de ellas practicaran varias especialidades. Claro que entre los hombres tampoco hubo gentío. José Catalina Llorens Pepe Lacomba fue campeón de España en tres especialidades. La catalana Ana María Sagi fue campeona en jabalina y poeta.

En Madrid, el deporte fue muy elitista y, fundamentalmente, dedicado al tenis. Sólo jóvenes como Carmen Parga, después esposa del coronel republicano Manuel Tagüeña Lacorte, practicaron baloncesto, atletismo y remo. En Valencia también hubo muchachas dedicadas al tenis como Carmen Albiol, Marisa Doménech, Josefa Comín y las hermanas Dicenta. Los deportes menos elitistas fueron auspiciados por la Federación Universitaria Escolar (FUE).

En Valencia hubo pistas improvisadas. En Mestalla se corrió en una de cien metros unida diagonalmente de córner a córner. En uno de los campeonatos venció Alejandra. No fue única en la especialidad ni en las diversas especialidades atléticas. Con ella compitieron las hermanas Angelita y Pilar Azzati Soler, que inscribieron sus nombres con el apellido Soler por lo que hubo cierta confusión en las clasificaciones.

Las mujeres de entonces fueron historias republicanas. Además del deporte, Juana Reynés, esposa de Manolo Torres Botacadires , que derrotó a las campeonas, fue actriz en el teatro popular que desde Valencia se llevó a la retaguardia. Reynés apareció en la esquela mortuoria como «Mujer republicana». Un nieto suyo, Juan Herrera Torres fue diputado catalán de Inciativa per Cataluña Els Verds. Botacadires fue el apodo que tuvo Manolo Torres porque, a falta de vallas con que entrenarse, usaba sillas.

El deporte valenciano debe mucho en sus comienzos a un personaje singular, Constantino Georgakopulos, nacido en Vinaròs de origen griego, que fue especialista en diversas disciplinas deportivas. Georga, como le llamaban quienes hacían atletismo, balonmano, baloncesto o rugby, se convirtió en secretario y guardaespaldas, del presidente del Gobierno, el doctor don Juan Negrín, que lo contrató tras una visita que hizo a Valencia, entonces capital de la República. Murió asesinado en París en una razia comunista por considerar que había convivido con una francesa nazi a la que únicamente trató de proteger. Los deportistas valencianos, hombres y mujeres, en general, tras la derrota de la República en la Guerra Civil, pasaron los las cárceles, Porta Coeli fue una de ellas, o acabaron en el exilio. Alejandra llegó con su marido, Arnoldo Azzati, a Moscú. Allí, los exiliados españoles se toparon con la II Guerra Mundial. Alejandra, con decisión, protagonizó la operación en la que sacó de su aula a sus alumnos para llevarles, tras múltiples dificultades, fuera de Stalingrado, ciudad sitiada. Conversé con dos de lo supervivientes y ambos ponderaron la calidad humana de Alejandra. Fue maestra primero y casi madre de los niños a quienes salvó.

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