Julio Cortés Rodriguéz, 37 años, natural de Oliva, es el campeón individual de Raspall adaptado. Ganó en Orba a Carlos de Alaquás. En 1998 sufrió un accidente de circulación que le dejó tetrapléjico. Todavía no había cumplido los 18 años. «La vida se te viene abajo. Te replanteas cómo seguir. Te agarras a la filosofía, a saber que, a pesar de todo, vale la pena ilusionarse cada mañana», afirma.

«A los cinco años, mi padre empezó a llevarme al trinquet, cuando lo regentaba El Frare. Llegué a jugar anunciado en las primeras partidas. Mi referente era Diego, un verdadero fenómeno. A él, que nos ha dejado hace unas semanas, quiero dedicarle esta victoria del Individual de raspall», señala el jugador olivense.

«La pilota es todo en mi vida»

«La pilota ha sido todo en mi vida. Es lo más hermoso que hay. Y la mejor terapia, tanto física como mental». Julio habla con una templanza y seguridad admirables. Recuerda una de las ilusiones del Frare, aquel entrañable dueño del trinquete de Oliva, cuando sufrió el accidente. «Recuerdo que me decía: 'Xe Juliet, estic segur que tu tornaràs a jugar a pilota. Jo et moriré i no et voré, però tu tornaràs a jugar'», afirmó con rotundidad.

Y Julio, en realidad, nunca dejó de jugar a pilota. «Estamos ocho años involucrados en este deporte adaptado. Comenzamos jugando con una pelota de tenis, pero ahora ya lo hacemos con la vaqueta, que te obliga a esforzarte más», explica.

Gracias a la pilota, ha viajado por todo el País Vasco, incluido Iparralde. El colectivo de pelotaris adaptados juega en calles públicas y allá donde son requeridos. Ellos reivindican mayores atenciones para poder practicar su deporte: «La Federació de Pilota valenciana nos tiene muy presentes, pero se necesitarían más subvenciones para el deporte adaptado», proclama.