Tras 40 minutos de mucho ruido, de un partido de baloncesto jugado al límite en la pista y en la grada, el Valencia Basket cayó ayer de forma dramática ante el Unicaja de Málaga. No pudo recoger su cuarta Eurocup ante su público, en una ocasión irrepetible para lucir los colores y encender la tracas. Los festejos, preparados desde hace días por la gente taronja, deberán esperar. El desenlace fue totalmente inesperado, fuera de cualquier guión previsto. La imagen de Rafa Martínez a falta de 30 segundos para el final, desquiciado por el cúmulo de errores de su equipo en el último cuarto, retrató la amargura general del Valencia Basket. En la esquina, un agente de seguridad aguantaba al pívot Alen Omic, expulsado minutos antes. El pívot bosnio de Unicaja esperaba ansioso saltar a la pista a celebrar el título de su equipo, mientras docenas de aficionados ya abandonaban el pabellón. Fue una «Fontentazo» en toda regla.

Faltaban 2 minutos y el Unicaja mandaba por 3 puntos, después de una remontada espectacular, fabricada en el último cuarto. De repente, al Valencia Basket le salió todo mal: los rebotes, los tiros, los balones divididos... El porcentaje de acierto en el lanzamiento fue deplorable. También el juego interior, donde Dubljevic había desaparecido. El entrenador del Valencia Basket, Pedro Martínez, buscó soluciones de emergencia. Sin ningún éxito. La caída era imparable. Un parcial de 4-20 fulminó al conjunto taronja.

La jugada de la expulsión de Omic marcó el desenlace de la Eurocup. Su efecto fue totalmente contrario al esperado. Absolutamente ilógico. Con el conjunto taronja aún por delante en el marcador, una sensación de consuelo había recorrido la grada. Nedovic había soltado un manotazo a Rafa Martínez y Omic acudió a separarlos. El escolta del Valencia Basket, enfadadísimo, terminaría después desquiciado. Hubo conato de pelea, que obligó al resto de jugadores a separarlos. Tras varios minutos de análisis de la acción, los árbitros decidieron pitar «descalificante». Expulsaron a Omic y dieron el balón al Valencia Basket. Paradoja: poco antes, el bosnio había dado una lección de deportividad, al corregir a un árbitro indicándole que él era quién había tirado la pelota fuera.

La Fonteta iba festejar el éxito con todos los honores, tras una noche que prometía alegrías en todos los frentes. El Valencia Basket no sólo iba a levantar el trofeo, sino que se frotaba las manos con lo que estaría por venir: una nueva participación en la Euroliga, con todo lo que ello conlleva.

La noche no había empezado bien en La Fonteta. El Unicaja había abierto una brecha de 8 puntos en los primeros minutos, un problema que el Valencia Basket solucionó con un ejercicio de tranquilidad. Poco a poco, sin prisas, se ganó la posición en el partido ante la algarabía general. Y fue por delante durante todo el partido, hasta el último cuarto, cuando llegó la debacle. El 4-20 del último cuarto es imperdonable para un equipo que está luchando por un título. El Unicaja mereció la Copa porque tuvo más fe en el momento decisivo.

A falta de 2.44, un triple de Smith le puso por delante. Y lo que hizo fue ampliar su ventaja para corroborarla. Sólo dos minutos antes, el Valencia Basket ganaba de 13 puntos y tenía la posesión del balón.

La depresión por la derrota se vivió de pleno en el vestuario del Valencia Basket, donde ya estaba preparado el cava. La imagen era un drama: Sikma y Van Rossom llorando a lágrima viva, Thomas con la cabeza enrollada con una toalla para taparse el rostro... Un drama que también se percibía en la cara de Pedro Martínez, pese a que un tipo frío, que no transmite sus emociones.