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Aronet

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El mayor halago que yo le puedo decir a un piloto es que, por su actuación en la pista o por su manera de correr, me recuerda al gran e inolvidable Ricardo Tormo. Pues bien, Arón Canet (Corbera 30-09-1999) me recordó en Jerez al bicampeón mundial de Canals. Garra, fuerza y hambre de victoria, unidos a una gran fe en sus posibilidades y una depurada técnica de pilotaje.

He visto correr a muchos, prácticamente a todos los pilotos de los últimos 50 años de la historia del motociclismo y ninguno ha calado tan hondo como Ricardo en mis sentimientos, algo que va mucho más allá de los recuerdos propios. Fuimos grandes amigos fuera de los circuitos y en el aspecto deportivo le vi nacer como piloto. Soy su biógrafo (porque él me eligió para esta labor) y soy el periodista que más veces le vio correr. Tormista hasta la medula. Bajo esta perspectiva, puedo asegurar que cuando se montaba a la moto siempre dio prioridad a su corazón por encima de sus propios intereses. Su valor, del que siempre hizo gala, era el que marcaba la diferencia con sus rivales.

En Jerez, el autentico protagonista fue Canet. Corrió a lo Tormo. Es decir, a su aire, dando gas desde el primer segundo y sin preocuparse de los demás. Era fuerte y lo sabía. Todo el mundo pudo comprobar lo que ya hace tiempo que sabíamos por estos lares y es que bajo ese aspecto aniñado se esconde un piloto con gran talento que a buen seguro será campeón del mundo.

Como muy bien dice mi amigo Eduardo Rubio (refiriéndose a Tormo): un campeón del mundo nace y lo es todo el día, toda su vida hasta dar el paso a ser mito, leyenda; el resto son «conductores». Ricardo era un chaval de pueblo, como muchos más. Recuerdo como te miraba, sonreía humilde, se mostraba próximo y llevaba encima la ambición de ganar, de sentarse en una moto puntera y de ser campeón.

A Ricardo, la afición que le idolatró aún le sigue recordando como «Ricardet», y a Arón esa misma afición empieza ya a conocerle como Aronet. En Jerez, Aronet nos hizo recordar a Ricardet.

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