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Un título exageradamente largo para un texto de lo más básico

D ebería haberme sentado a escribir antes. Ahora mi timeline es una sucesión de abuelos heridos, niños asustados, violencia gratuita, mierda, asco y sangre. Siento algo recurrente entre los que escribimos de deportes, tengo la cabeza en otra parte. El mundo se desmorona alrededor mientras discutimos con una pasión carnavalesca sobre una expulsión rigurosa, un puto Balón de Oro o un erróneo sistema de juego. El asunto se agrava en este rincón porque uno piensa que de alguna manera ha de cumplir con el personaje. Aunque me pongan un título extremadamente largo esto no deja de ser un texto de lo más básico, opinión liviana, humor futbolero a la ligera. El futuro es una fiesta de disfraces y yo soy ese payaso maldito que sonríe con excesivo maquillaje, condenado a provocar risas a los demás mientras llora por dentro, y nada más, y solo eso.

Manejamos un cóctel de incompetencia, maldad, ingenuidad e ignorancia, ingredientes todos Historia mediante de consecuencias pavorosas. Espero que alguien arregle a tiempo el estropicio que crece y crece, porque ahora una guerra me viene fatal, que cojo vacaciones y pronto empieza la NBA, y si me quitan la dosis de ratitos insomnes con Daimiel me vuelvo muy loco.

Como desengañado precoz en la política y en el fútbol me he convertido en un cínico de esos que antes tanto odiaba, algo que no me preocupa porque la vida consiste precisamente en eso, en convivir con lo que antes reprochabas a tus padres. Ando tan descreído que solo creo en la comida a domicilio en general y en las pizzas en particular, esa es mi patria a día de hoy. Por ella renunciaría incluso a ser Messi, porque leí una vez que el médico le había prohibido comer pizzas y de ningún modo ser el mejor futbolista del mundo me compensaría.

Los patriotas siempre me han llamado la atención. Sobre todo los sacrificios que están dispuestos a hacer, ya sea madrugar un domingo, anularse como individuos o planchar una bandera. También pienso que una parte del problema es que los políticos nos representan demasiado bien. Como ocurre con los presidentes en el fútbol no necesitamos dirigentes que nos representen, al menos no a mí ni tampoco al pueblo que conozco, el que escribe sin cadenas en los grupos de Whatsapp. Necesito de forma urgente dirigentes que sean mejores que yo. Que sean mejores que nosotros.

Los que son una proyección de mi persona van mal. La selección española de fútbol, por ejemplo, vino hace treinta años a jugar al estadio Castalia. Como el césped estaba feo alguien decidió pintarlo de verde. Evidentemente una solución tan cutre nos representa a muchos, pero eso no quiere decir que fuera la mejor posible. O los clubes españoles de los años noventa, como cuenta Jaume Esteve en Promanager PC Fútbol: Droga en el quiosco (Ocho quilates, 2016), que fichaban a menudo pidiendo consejo a los periodistas que preparaban la base de datos del juego. Eso nos representa también, aunque como método de trabajo resulte más que discutible.

Sospecho que si Twitter se hubiera inventado hace siglos los grandes personajes históricos no nos parecerían tan listos. Porque ojo a las tonterías intensitas que tuitearía el Che Guevara, a las frases de autoayuda de Mahatma Gandhi, al discurso pollavieja de Napoleón Bonaparte, a los problemas con los retuits de Winston Churchill, a los mensajes privados que le sacarían a John Fitzgerald Kennedy. Ahora es más difícil ser mínimamente respetado, con la lupa 24/7 y el pasado digital latente. Pelé no sería un mito y tendría varios vídeos en Youtube recopilando fallos flagrantes, por no hablar de Garrincha, que saldría borracho bailando reggaeton en Deportes Cuatro, que siempre le vemos por cierto los mismos regates rancios, que le diríamos que la suelte, por favor, que la pase, o de George Best, que en lugar del quinto beatle sería el del medio de los One Direction, el pobre.

Sin Twitter, sin wifi, sin PlayStation y sin PcFútbol era más fácil escribir novelones o aportar inventos extraordinarios. El aburrimiento y la pereza son los dos grandes motores de la humanidad, pero decir esto está mal visto, ya se sabe. Yo no me rindo: ojalá pronto un mundo feliz constituido sobre esta doble base.

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