ya van 31primaveras. 7 de noviembre de 1986. «Érase una vez», me gusta como empiezan los cuentos. El mío empieza como un cuento cualquiera. «Érase una vez una niña cualquiera, en un pueblo muy pequeño de Teruel, por las fechas y el lugar, imagino que en medio de un gélido día...». Pero no es cualquier pueblo, es mi pueblo, y no sé ni cómo ni cuándo, pero, revisando fotos de mis primeros pasos, como alguna vez hemos hecho todos, en ellas ya aparece algún balón de futbol. Curioseando por internet hace un tiempo fui a parar a una web en la que leí que de Aragón se dice que uno de sus bienes más preciados es su gente. Se dice que somos nobles, atentos, entregados y generosos, pero también cabezotas y quizás algo tercos. Se dice que presumimos de sencillez y perseverancia, y no nos pesa que digan de nosotros que somos brutos, pues eso confirma nuestro carácter tenaz y pasional.

Ahora que acabo de cumplir años y miro hacia atrás, recuerdo cómo llegué hasta donde estoy. No sé si toda la gente de Aragón será como esa página web describía, pero yo sí. Terca, cabezota, pasional, y, por ello, cuando quiero algo voy a por ello hasta conseguirlo.

El único campo que había en el pueblo estaba impracticable. Las porterías apenas se veían por la altura de los matorrales, con lo cual, me adaptaba y usaba las puertas de los garajes de los vecinos como tal. Las zapatillas no duraban mucho y algunos de los pantalones no dejaban de acumular parches por culpa de la superficie donde jugábamos, cemento.

Cuando empecé a tener conciencia de lo que era el fútbol, lo que hasta entonces era hacerlo por puro ocio, pasó a ser mi gran sueño; ser futbolista profesional. De casa al colegio, del colegio a entrenar y del entrenamiento de nuevo a casa. Así eran mis días. Mientras mis compañeras de clase esperaban ansiosas que llegase el fin de semana para salir de fiesta, yo deseaba que llegara para enfundarme las botas y saltar al campo. Por y para el fútbol. Con entusiasmo. Sabiendo que nunca vivirás de ello, pero que sin ello tampoco podrías vivir. Siempre he sido valiente para luchar por lo que he deseado, teniendo que sacrificar tiempo con mi familia, trasladarme a otras ciudades o emprender nuevas aventuras.

Hay varios momentos en mi carrera que siento que guardaré en mi memoria para siempre, porque cuando un momento se convierte en recuerdo, es entonces cuando cobra el verdadero valor. Con 31 años he vivido cosas que a muchas personas les hubiese encantado.

Seguiré mientras la ilusión por lo que hago siga intacta. En el momento o el día que jugar al fútbol ya no me haga feliz, será cuando decida dejarlo. Pero no será ni el fútbol ni las lesiones quien tomen esta decisión por mi. Seré yo quien se adelante.