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Rugby

Placaje de Francesco por la inclusión

Francesco Nicolosi Nájera es un niño con Síndrome de Down que juega en el equipo Sub-10 del CR San Roque

Placaje de Francesco por la inclusión

La verdadera integración se demuestra, al igual que el movimiento, andando. Francesco Nicolosi Nájera es un niño del Colegio Jesús y María de València con Síndrome de Down, que forma parte del equipo Sub 10 de Rugby del CR San Roque de València. Es uno más de los cerca de veinte nanos que se reúnen todos los miércoles y los viernes por la tarde en el Campo del Río para entrenarse, y que juegan sus partidos los fines de semana. El pasado sábado, por ejemplo, ante el Tatami. Francesco Nicolosi evidencia que la inclusión real es posible. Y pone de manifiesto que el rugby une. Y que el balón oval está cosido con valores muy sólidos.

Contrario a la creencia popular, el rugby es pura nobleza. Es un deporte de equipo en el sentido literal del término. La palabra equipo tiene un significado. El grupo es un reflejo de la sociedad. Y esa parte de la sociedad está muy sana. Francesco Nicolosi entrena, participa, juega y compite como uno más del equipo. Es como el Altius, Citius, Fortius de los Juegos Olímpicos. Francesco lleva dos años jugando al rugby. Con su licencia federativa incluida. Su hermano Lucas juega al baloncesto, pero Francesco llegó al deporte del balón oval influido por sus primos, que militan en el equipo senior de Les Abelles.

Paloma, su madre, descubrió las bondades de un deporte como el rugby en que aceptaran a su hijo como uno más. Que no le apartaran, que le pasaran pelota, y que fuera participativo. Lo del tercer tiempo, faceta que desconocía, y el ambiente con el resto de padres y familias que llevan a sus hijos a jugar al rugby, es algo que destaca cuando hablas con ella. La madre de Francesco habla de un comportamiento modélico y ejemplar, y que facilita la integración. «Los entrenamientos de mis hijos suelen coincidir a la misma hora, pero con Francesco no tengo problemas. Lo puedo dejar entrenando y hablo con los padres de sus compañeros para que le echen un vistazo. Y te das cuenta de que se puede contar con ellos», explica.

El rugby es un deporte especialmente idóneo para las personas con Síndrome de Down. A diferencia del fútbol, por ejemplo, en el deporte del balón oval no se discrimina. Todo el mundo vale, cada jugador es necesario y útil para el equipo.

Pese a que el niño es un apasionado de todos los deportes, Paloma huyó del fútbol. Le convenció el rugby como vehículo formativo de la persona. Quedó prendada por los valores que representa. Y se dio cuenta de que había acertado cuando vio a su hijo feliz, verdadero objetivo de todos los padres. Y su hijo le encanta el rugby. Para Francesco, el rugby es un premio. Hasta el punto de que si se porta mal, el castigo es no entrenarse ni jugar los partidos cada fin de semana con la camiseta del San Roque. Esa elástica que se pone incluso varias horas antes de que comience el partido.

María Bodí, una de las entrenadoras del equipo Sub 10, dejó la cómoda práctica del baloncesto en el Colegio de El Pilar para dejarse seducir por la pasión del balón oval. Quienes la conocen cuentan que está haciendo un trabajo espectacular. Ya había roto manos con el rugby inclusivo y era de la idea de que las verdaderas barreras las pone la sociedad. Y que se pueden romper. «Le doy minutos a Francesco no porque tenga Síndrome de Down sino porque se los gana. Se gana cada minuto de juego», cuenta María. «Francesco viene a entrenar todos los días, se lo merece y se lo gana», añade.

María revela que la liturgia de cada entrenamiento comienza con un placaje que le hace Francesco. Es un placaje por la inclusión. La broma es el punto de partida para que reine el buen ambiente. Ese buen rollo que transmiten Francesco y el San Roque.

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