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Fútbol regional

Un heredero del Maracanazo en el fútbol valenciano

Un descendiente del uruguayo Schubert Gambetta, campeón del mundo en el partido más famoso de la historia, golea en categoría regional

Schubert Gambetta (1920-1991)

Tiene 20 años, juega cada fin de semana en los campos de fútbol más modestos de València y la comarca de l´Horta y sus cifras goleadoras son realmente reseñables -21 tantos en 16 jornadas-, pero hay un detalle en él que brilla con una luz todavía más especial para los amantes de la historia del balompié. Él se llama Agustín, y su apellido es Gambetta, el mismo que tenía uno de los jugadores que se proclamaron campeones del mundo en el que es probablemente el partido más famoso de la historia: el Maracanazo. Y es que Agus -como le llaman sus compañeros- es el sobrino nieto de Schubert Gambetta, uno de los legendarios futbolistas de la selección de Uruguay que ganó el Mundial de 1950 frente a la favoritísima Brasil ante alrededor de 200.000 aficionados que llenaron aquel 16 de julio el mítico estadio de Maracaná, en Río de Janeiro.

¿Y cómo ha llegado un heredero de aquella gesta hasta los terrenos de juego de la regional valenciana? La explicación se encuentra en Juan Carlos, padre de Agus y sobrino de Schubert, que emigró junto a su mujer Yanella, el propio Agus y su otro hijo Kristian -el mayor- desde Montevideo a Sedaví en 2004 en busca de un futuro mejor al otro lado del charco. Por entonces, Agus tenía tan solo siete años, pero se aclimató con facilidad a la vida europea. Una de las claves, según recuerda su padre, fue precisamente el fútbol. «Desde pequeño siempre le encantaba, pero en Uruguay no había podido jugar porque no teníamos tiempo para llevarlo», revela Juan Carlos.

El pequeño Agus obtuvo, además, un gran aliciente para disfrutar del balón cuando conoció la historia de su tío abuelo Schubert. «El saber que alguien de mi familia había ganado un Campeonato del Mundo me hacía pensar que yo también podía hacer algo importante», explica el joven futbolista. El porvenir no le ha llevado a la elite, pero pese a ello, sigue disfrutando del balón. En su niñez y adolescencia jugó en el Sedaví, el Apolo y el Colegio Salgui, y ahora, ya adulto, defiende los colores blanquiverdes del CD Cuenca, en el grupo VII de la Segunda Regional valenciana, donde en tan solo 16 jornadas ya ha anotado 21 goles, lo que le sitúa a estas alturas de la temporada como el cuarto máximo goleador de todas las categorías amateur del fútbol valenciano.

«Tiene un físico espectacular para la categoría, es muy rápido y, además, es el único jugador que conozco a este nivel que golpea el balón igual de bien con la pierna derecha que con la izquierda». Así le define uno de sus compañeros. «Tiene también mucho carácter», añade. Precisamente esa característica es la que más lo vincula dentro del terreno de juego con su tío abuelo. Cronistas e historiadores deportivos coinciden en que Gambetta era un jugador «de carácter», algo que confirma su sobrino, Juan Carlos: «Era muy aguerrido, imponía mucho».

Schubert no ha trascendido en la historia del fútbol con la repercusión de otros compañeros charrúas de aquella final como Schiaffino, Ghiggia u Obdulio Varela. Precisamente, este último se hizo notablemente famoso cuando se hizo público que dio un discurso de motivación a sus compañeros antes del partido que se considera clave en el triunfo uruguayo. En aquella charla se pronunció la popular frase «los de afuera son de palo», que muchos atribuyeron a Varela. Sin embargo, algunas versiones inciden en que fue Gambetta el que la dijo, y no era en referencia a los 200.000 espectadores que apoyaban en las gradas del Maracaná a la selección brasileña, sino a un dirigente charrúa que habría dicho que con perder por poco sería un buen resultado. Uruguay necesitaba ganar contra pronóstico aquel partido para proclamarse campeón del mundo -a Brasil le valía el empate en una final que se había jugado a modo de liguilla entre cuatro selecciones con Suecia y España-, y venció por 2 a 1.

Gambetta, fiel a su carácter, no se había dado por vencido, como tampoco lo hace ahora su heredero, que tiene como propósito lograr un ascenso a Primera Regional con su actual equipo, a pesar de que clubes de superior categoría -a los que ha rechazado- le han tanteado. Gracias a él, cada fin de semana destila el aroma del Maracanazo en el fútbol valenciano.

Una siesta en el vestuario y ¿cogió el balón con la mano?

Dos grandes anécdotas han quedado del paso de Schubert Gambetta por aquel partido del Maracanazo. Las crónicas de la época recuerdan que Schubert era uno de los jugadores que estaban más convencidos de que el triunfo ante Brasil era posible. Su tranquilidad ante aquel partido saltó a la fama cuando sus compañeros confirmaron que llegó a dormir la siesta en el vestuario en los momentos previos al partido.

Por otra parte, el escritor argentino Eduardo Sacheri narró en el relato «Una sonrisa exactamente así» que Gambetta, en la última jugada del partido, cogió el balón con la mano en su área ante el asombro de sus compañeros, que pensaron que el árbitro pitaría penalti. No fue así: Gambetta, ante el alboroto del estadio, había sido el único en escuchar el pitido final. El propio Sacheri apunta que tal vez esta historia no ocurriera exactamente así, pero la leyenda aún pervive.

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