El director deportivo del Calpe CF, Gabriel Franco, jugaba a ser intermediario de futbolistas, pero en plan chusco. Viajaba sobre todo a Paraguay (tiene la doble nacionalidad española y paraguaya) y allí convencía a los chavales que más despuntaban para que viajaran a España a jugar en el Calpe. Les prometía un brillante futuro de futbolistas, pero luego los chicos se encontraban con una realidad más bien tenebrosa. Cobraban 400 euros, ya que no tenían contratos profesionales, sino de mantenimiento. Es decir, que ni les daba para pagar los gastos. Y tenían que vivir hacinados en pisos. Llegaban a convivir juntos hasta 15 chavales. En una misma habitación dormían en literas cuatro o cinco jóvenes. Eso sí, la investigación no ha confirmado que los pisos estuvieran en condiciones insalubres ni que los chicos pasaran hambre.

Los cuatro directivos detenidos el viernes, cuando la Policía Nacional también arrestó a 11 futbolistas paraguayos, mayoritariamente, pero también colombianos y un brasileño, que quedaron en libertad sin cargos (sí tienen una falta administrativa) el sábado, declararon ayer ante el titular del juzgado número 3 de Dénia. A petición del Ministerio Fiscal, el magistrado envió a prisión eludible mediante el pago de una fianza de 6.000 euros al director deportivo. Dejó en libertad con cargos al presidente, Luciano Marziano, y a otros dos directivos. Todos están acusados de organización criminal, favorecimiento de la inmigración clandestina y un delito contra los derechos de los trabajadores. La trama llamaba a los futbolistas «palomos». Franco actuaba como agente pese a no estar acreditado para ello. Traía a los futbolistas con el visado de turistas. Les hacía contratos fraudulentos a través de su empresa fantasma. Se aseguraba un porcentaje altísimo de entre el 30 y el 40 % del tránsfer si alguno de estos futbolistas fichaba por otro equipo. Quería dar el pelotazo con jugadores que estaban irregulares en España y a los que el club pagaba una miseria.