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"¡Que venga ya la ambulancia, se nos muere Quini!", el relato de los policías que auxiliaron al futbolista

Francisco Javier Camba y Raúl Domínguez, los dos agentes que atendieron a El Brujo en su coche, describen la tensión vivida: "Es como si te encuentras al Rey"

Fue el servicio más agridulce que han realizado hasta el momento. Al menos, el que más desazón les provocó por su trágico desenlace y lo que la muerte de Quini suponía para una afición entera. Francisco Javier Camba Junco y Raúl Domínguez Granja -agentes del Cuerpo Nacional de Policía en Gijón- fueron los primeros en auxiliar a Enrique Castro González el pasado martes. Al ídolo general y al que ellos mismos habían tenido la oportunidad de tratar en vida. Sus conocimientos de primeros auxilios, ensalzados hasta por los propios sanitarios, lograron sacarle una vez de la parada cardiorrespiratoria, pero las graves lesiones que padecía hicieron imposible el milagro. Quini había muerto. El resultado de ese partido era impepinable.

Terminaba el 27 de febrero en Gijón como un frío día de invierno más. Francisco Javier Camba y Raúl Domínguez, que llevan cinco años juntos patrullando por la ciudad, estaban en ruta por la avenida de Juan Carlos I, que se inicia en el barrio de El Natahoyo, a un paso de su Comisaría. Llegando al final de la vía, a escasos cincuenta metros, vieron de lejos cómo un coche invadía el carril izquierdo, se iba hacia la acera y se detenía en el bordillo. Lo primero que pensaron fue que otro vehículo le había dado por detrás y el conductor se había visto obligado a estacionar el coche. Pero el guión que les esperaba era bien distinto.

Los agentes se bajaron a interesarse por lo ocurrido debido a que el coche estaba obstruyendo el tráfico. Fue una señora que por allí pasaba, a la altura ya de la calle Toledo, quien les puso en situación. "Al conductor le debe de haber pasado algo, porque no responde", advirtió la testigo. Abrieron la puerta y vieron a un hombre recostado sobre el volante. Era El Brujo, lo supieron al instante, y le había dado un infarto.

"Corre, corre, que es Quini", se apuraron entre sí los dos compañeros, que ayer recuperaban, en voz alta y para LA NUEVA ESPAÑA, toda la tensión acumulada en unos pocos minutos de intervención policial. "Es como si te encuentras al Rey", reflexionan ellos, conscientes de la magnitud del apoyo que prestaban. Camba salió disparado hacia el coche policial "a pedir por radio una ambulancia de urgencia y a por una manta para ponerla en el suelo", recuerda. Al tiempo, Raúl Domínguez le quitaba a Quini el cinturón de seguridad y, con sumo cuidado, lo sacaba del coche. Seguía vivo.

"Le tomé el pulso en el cuello, que es donde se debe tomar, y tenía muy pocas pulsaciones hasta que, de pronto, dejó de tenerlas", rememora Raúl Domínguez. "¡Ven ya, ven ya, que se ha ido!", le gritó a su compañero. Quini había entrado en parada cardiorrespiratoria. La primera. Rápidamente comenzaron los dos policías con el masaje de reanimación, cada uno en una posición. En una ciudad tan envejecida como Gijón, los conocimientos de primeros auxilios que tienen los agentes salvan muchas vidas.

En un minuto de labor lograron que Quini se recuperase. "Salió bien, abrió los ojos, respiraba bien pero no hablaba", describe Camba, que también alude, ya entre dientes, a esa primera emoción que sintieron por lo que pensaban que era un éxito de reanimación. Así estuvo Quini un par de minutos, hasta que volvió a entrar en parada. "¡Que venga ya la ambulancia, que se nos está muriendo Quini aquí!", gritaron los agentes por su pinganillo. Aún le estaban haciendo las maniobras de reanimación cuando llegó junto al coche su hija Lorena, que vive al lado. Todo ocurrió en muy pocos minutos. Luego los sanitarios continuaron con la reanimación ya dentro de la ambulancia. Estaban advertidos de que la situación era muy grave y los temores se cumplieron. Quini había muerto pese a los notables esfuerzos realizados por todos los que intentaron escribir otro final.

Quiso el destino que los dos agentes que le asistieron hubiesen tenido, en vida, un vínculo personal con la leyenda del sportinguismo. Francisco Javier Camba jugó en Mareo desde los 9 años hasta los 20 -en las categorías inferiores del Sporting, llegando incluso a jugar en el filial- y trató mucho a Quini. "Siempre fue una persona muy afable con nosotros, te paraba y preguntaba qué tal estabas", sostiene. La historia con Raúl Domínguez es todavía más humana. Su padre, que fue inspector jefe de la Policía Nacional -el añorado Raimundo Domínguez, "Mundi"- estaba ya en el final de una larga enfermedad. Gracias a su trabajo, ligado a El Molinón, "Mundi" trató mucho con el astro y por eso un mes antes de morir, en un encuentro casual por la calle, el hijo le explicó la situación y le pidió como favor que le escribiera unas palabras de ánimo para su padre. "Para un luchador nato, con todo mi cariño, de tu amigo Quini", escribió el mito, firma incluida, en un papel que hoy guarda plastificado y como oro en paño Raúl Domínguez. Pero Quini no sería Quini si en esa rúbrica se hubiesen quedado todos sus buenos deseos. El Brujo llamó al joven policía más de una vez por teléfono para interesarse por la salud del enfermo.

Cuando el desenlace estaba escrito, los hijos de Quini, para entonces ya presentes, agradecieron a Francisco Javier y a Raúl todo lo que habían hecho. Faltó otro milagro de El Brujo.

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