Así es la grandeza, y también la dureza, de la Copa Davis. Una competición en la que ningún partido, sea cual sea el marcador, puede darse por ganado (o por perdido) hasta que el árbitro cante el último punto. Como en las eliminatorias.

Al equipo español se le ha puesto cuesta arriba la serie de los cuartos de final frente a Alemania (1-2) después de dejar escapar ayer el tercer punto, correspondiente al partido de dobles, después de un maratoniano encuentro de más de cuatro horas y media de emociones fuertes (2-6, 4-6, 6-3, 7-6 y 5-7) y un amargo final.

La pareja española, formada por Feliciano López y Marc López (en sustitución de Pablo Carreño por lesión), no fue capaz de imponerse al experimentado dúo de Puetz y Struff, pese a acariciar con la yema de los dedos una remontada épica que hubiese servido en bandeja la clasificación para las semifinales a Nadal. Ahora, el de Manacor está obligado a ganar a Zverev para forzar el quinto partido, el del desempate.

Por algunos instantes, después de un quinto set no apto para cardíacos que llegó al 5-4 para los españoles, todo parecía indicar que la victoria sería para la «armada». Los «López», sin embargo, después de lograr lo más difícil, de anular la eficacia al servicio de los teutones, de enchufar a la afición de la plaza de toros de València (que plantó cara al frío y a la fina lluvia), de conseguir puntos imposibles, de darle la vuelta a un partido abocado a la derrota... Después de todo eso, Feliciano y Marc vieron cómo se le escapaba la victoria de entre las manos en el tramo final de una última manga decantada por el «break» alemán al servicio de Marc López.

Los germanos entraron al partido mucho más concentrados. Mientras Feliciano y Marc parecían no encontrar el sitio ni la finura deseada en los golpeos, Struff y Puetz se mostraron muy autoritarios en el saque y, sobre todo, en los puntos jugados en la red. Se emplearon como una máquina bien engrasada, fiable, sin filigranas pero muy efectiva. Los españoles, mientras tanto, cometían errores de colocación y desperdiciaban las pocas opciones de rotura de servicio que cedían los rivales. Feliciano, desquiciado y demasiado atento al banquillo, no lograba restar los torpedos que le lanzaban desde la otra parte de la red. Marc, más metido en el duelo, era incapaz de ligar tres raquetazos sin un error no forzado. A los dos se les notaba faltos de confianza.

Con todo ello, con una grada atenazada por el miedo a la lluvia y a una derrota por la vía rápida, en poco más de hora y media la pareja alemana ya ganaba dos sets a cero en un partido más o menos plácido para sus intereses.

No obstante, tras el paso por los vestuarios, la magia de la Davis apareció en la plaza. El tercer set se mantuvo muy igualado, sin grandes errores por parte de ningún equipo, hasta que, con 3-3 en el electrónico, la pareja española pudo, después de tres bolas de «break» en el mismo juego, romper por primera vez en el partido un saque de los alemanes. Fue una señal. Algo estaba cambiando. Así se constató después.

El juego de Feliciano, mucho más tirado a la red, ganó en agresividad. Sus saques se convirtieron en martillazos letales. En paralelo, Marc López incrementó su acierto en raquetazos complicados, atrevidos. Arriesgó más y supo defenderse con uñas y dientes desde el fondo de la pista.

Todo lo contrario sucedió con Struff, que perdió potencia y velocidad de ejecución, y con su compañero Puetz, más flojo en los intercambios de derechas desde la línea de fondo.

A set a cara o cruz

España se llevó el tercer set y enfiló el cuarto contagiado por la ilusión que desprendían los 8.000 aficionados que volvieron a llenar la plaza. Empujaron con más fuerza que nunca, mientras Rafa Nadal pedía desde la arena más y más ruido.

El cuarto parcial fue vibrante de principio a fin. Un cara o cruz. Los minutos volaban en el reloj mientras cada pelota se jugaba como si fuese la última de la eliminatoria. Llegaron los «deuce» eternos y la catarata de ventajas desaprovechadas. Mantener el saque era primordial para las dos parejas, que fueron a la guerra en medio de la pista, lo que dio lugar a largos y entretenidos puntos para el espectador. Con esa tensión llegó el «tie break», que fue para España gracias a un Feliciano, ahora sí, pletórico.

El toledano mantuvo ese buen nivel en el quinto set, donde el cansancio en las piernas y los nervios en las manos fueron los protagonistas. Sobre todo cuando se llegó al 5-4 favorable a la «armada». La remontada parecía culminada, pero Struff y Puetz, más sobrios en el momento decisivo, ganaron su servicio, rompieron el de Marc y evitaron una remontada épica para los españoles.