David Ferrer (Xàbia, 36 años) jamás podrá olvidarlo. La plaza de toros de València, llena hasta la bandera, coreando su nombre después de vibrar con un partido titánico. Cinco horas de instantes dramáticos y un desenlace épico. Una victoria memorable con la que el veterano tenista valenciano logró clasificar ayer al equipo español para las semifinales de la Copa Davis.

Fue el final soñado a tres jornadas intensas del mejor tenis mundial en la capital del Túria, sedienta de las estrellas de la raqueta. Un broche dorado con un tenista de la tierra que tiró de corazón, de alma y de carácter para ganar el partido decisivo de la complicada eliminatoria ante Alemania después de que Nadal aplastara con su mejor tenis al gigante Zverev en tres sets.

Ferrer derrotó a Kohlschreiber en cinco apasionantes sets (7-6, 3-6, 7-6, 4-6 y 7-5), a cada cual más imprevisible, en un duelo que ofreció más tensión que tenis, más emoción que espectáculo. Pero con la serie empatada después de la exhibición de Nadal, toda la presión recaía en los dos números dos de España y Alemania, los grandes protagonistas de estos cuartos de final.

Ferrer, ante su público, consciente de que podía ser su último partido en Copa Davis en caso de derrota, saltó al ruedo con ganas de comerse el mundo y de olvidar las negativas sensaciones del primer partido ante Zverev. Por su parte, Kohlschreiber entró en el partido más conservador que en su primera aparición ante Nadal, más serio.

Por eso en el primer set ya se advirtió que el partido sería largo y duro. Ambos jugadores intentaron cometer el mínimo de errores posibles para forzar al rival a tomar riesgos. Mantener el servicio controlado era la prioridad.

Cada juego, que valía su peso en oro, se disputó de poder a poder, sin un favorito claro en la pista. Con la tensión impregnando el ambiente, el primer parcial llegó al «tie-break» después de un intercambio de roturas de servicio. Ferrer sacó el colmillo y se llevó el desempate con un globo estratosférico que desató la euforia en el coso de la calle Xàtiva.

Sin embargo, Kohlschreiber supo digerir mejor las emociones y afrontó el segundo set más centrado. Ferrer, en cambio, pareció despistado. Llegó a girarse hacia un espectador para pedirle silencio. El germano detectó la debilidad del valenciano y no soltó la presa hasta apoderarse de la segunda manga y empatar el partido (3-6).

Bruguera y el banquillo español no dejó de apoyar a Ferrer, que, tras el paso por los vestuarios, se recompuso y superó el golpe. Fue cuando la lluvia llegó a detener por unos minutos el partido, aunque, afortunadamente, la tormenta pasó de largo y dejó vía libre al tenis.

El partido regresó al carril del primer set. Para entonces, los errores no forzados se habían multiplicado en los dos lados de la pista. También los puntos valientes, esos que dejaron el corazón en un puño a los aficionados. El quinto juego, con 2-2, se prolongó durante más de 20 minutos hasta que Ferrer se lo adjudicó al grito de «¡Mucho!». La igualdad era máxima y el encuentro desembocó, por segunda vez, en el «tie-break». Volvió el de la Marina a tirar de raza para conquistar el desempate y sumar el tercer set (7-6).

Para el cuarto, con todo a favor para el equipo español y un ambiente espectacular en la plaza (hasta el sol volvió a brillar), todo hacía pensar que Kohlschreiber entregaría la cuchara. Nada más lejos de la realidad. El alemán, de 34 años, no es un gran portento físico, pero, al igual que Ferrer, es un gladiador que se agarra al fondo de la pista dispuesto a correr cada bola hasta el final. Esa fuerza mental le llevó a ganar el cuarto set, con un Ferrer más cansado, errático en puntos decisivos e incapaz de retener su servicio en el momento clave (4-6).

El quinto, último y definitivo set del partido y la serie fue sobrecogedor. Cada peloteo fue un tenso sufrimiento, pura adrenalina con la caprichosa bola botando sobre las líneas. Ferrer y Kohlschreiber mantuvieron la calma como pudieron y el partido siguió por sus derroteros. Es decir, igualado al máximo. Hasta que el alemán rompió el saque al español y se colocó con 4-5, a un juego de llevarse los cuartos de final para casa. Ferrer reaccionó, espoleado por el público y sus compañeros. Ganó su saque, empató a cinco, rompió el servicio a su rival, se puso 6-5 y remató la faena en el centro de la plaza con una bola cruzada imborrable para el tenis español (7-5). Heroico.

Nadal deleita a València

En las horas previas a la épica batalla de Ferrer, Nadal arrolló a Zverev en tres fugaces sets (6-1, 6-4 y 6-4).

El de Manacor, obligado a ganar para mantener viva la eliminatoria, rayó a su mejor nivel ante una repleta plaza de toros que lo disfrutó embobada con su tenis. La afición valenciana pudo paladear la sensación de ver en directo, y en su mejor versión, al número uno mundial, aspirante a ganar todos los torneos del inminente circuito de tierra batida.

Muy concentrado desde el inicio, Nadal aplastó a Zverev con un primer set casi perfecto, en el que apenas cometió errores. Sus saques, sus golpes, sus precisas dejadas en la red fueron incontestables para el joven alemán. A diferencia del primer día, a Zverev se le vio una cierta arrogancia en su actitud con los recogepelotas y con la jueza de silla, a quien cuestionó en más de una jugada polémica. Eso no hizo más que caldear el ambiente y encender los ánimos de la afición española, volcada con su número uno en todo momento. En poco más de media hora se alcanzó un rotundo 6-1 que auguraba un triunfo sencillo y rápido.

Sin embargo, Zverev comenzó a soltar su revés y su primer servicio ganó profundidad. El alemán comenzó a encontrar pequeños resquicios por donde hacer daño a Nadal, cuyo ritmo descendió unos peldaños. Aún así, el balear se mantuvo muy seguro. Controló los tempos del encuentro, sobre todo cuando estaba en juego su servicio. Sólo con su presencia, con su metódica forma de ejecutar el saque y sus apasionadas celebraciones en cada punto, el diez veces campeón de Roland Garros daba sobradas muestras de que la victoria no corría peligro. Todo lo contrario que su rival, desquiciado. Zverev lanzaba la raqueta al suelo cuando la pelota se desviaba del camino marcado y esas dudas las aprovechó Nadal para cerrar el 6-4 y meter la directa hacia el empate en la eliminatoria. Lo ratificó en el último set. Nadal se gustó y desplegó una gran versatilidad en el juego. Le entró todo y al gigante teutón la red se le hizo un muro infranqueable hasta el 6-4 final.