Jaime Hernández Perpiñá

Pepe Carrete ha estado unos días en Valencia y una vez más ha manifestado y demostrado el gran amor que profesa a nuestra tierra, al club que le catapultó a la fama y a los valencianistas que durante siete temporadas Ñ desde el 76 hasta el 83Ñ le aplaudimos hasta rompernos las manos. Es un tipo agradecido porque es bien nacido, que siempre dio como profesional todo lo que llevaba dentro sin importarle esfuerzos, sudores o sacrificios.

Todos le llamábamos el «minero» porque nació en Mieres (Asturias, 7.4.1951) y se dijo que el Real Oviedo le rescató de las minas para que jugara al fútbol como profesional en sus filas, cosa que él nunca negó pero que no llegó a afirmar abiertamente. Lo cierto es que él no se enfadaba; es más, cuando las cosas ni iban bien, inmediatamente saltaba Carrete: «o corremos o nos mandan a la mina».

Jugaba de defensa derecho, al lado de grandullones como Bonhof, Tendillo, Botubot, Arias... pero ni la estatura ni la corpulencia le impidieron convertirse en uno de los líderes del equipo, ya que, por añadidura, pese a ser un hombre físicamente poco agraciado su presencia despertaba la simpatía de los aficionados. Duro, pegajoso, fuerte, rápido, era como un rabo de lagartija que jamás daba un balón por perdido ni una jugada sin terminar. Subía la banda con fuerza y fe. Era, en definitivo, un auténtico jugador de club de los que cada temporada jugaba 50 partidos entre oficiales y amistosos puesto que la suerte le acompañó en lo que a lesiones se refiere. Formó parte de uno de los tres equipos del VCF considerados como «el mejor de todos los tiempos» al conquistar nada menos que la Copa del Rey 1979, la Recopa 1980 y la Supercopa del mismo año. Como anécdota, casi descalabra al Rey al recibir de sus manos como capitán del VCF la copa de campeón al derrotar 2-0 al Real Madrid y propinarle tan fuerte y sudoroso abrazo que a punto estuvo de sacarle del palco presidencial. Como marcador o defensa secante le recordamos muchísimos partidos puesto que era especialista en materia. Pero el que más destacó, incluso dio la vuelta al mundo, fue el que le hizo a Maradona el 4 de septiembre 1982 en Mestalla. El «pelusa» debutaba en España con el Barça, que había pagado la friolera de 1.282 millones de pesetas de traspaso, más una cantidad astronómica para él, cuando el presupuesto del club barcelonés ascendía a 1.400 millones. Pero al presidente Núñez poco le importaba tan gran dispendio puesto que lo único que pretendía era acabar con la sequía de goles y títulos que arrastraba su equipo.

La expectación ante el debut de Maradona en la primera jornada era enorme. Pero no solo en Barcelona o en Valencia, sino en toda Europa, Argentina, etc... esperando la mayoría un recital del «10». Y no faltaron quienes, antes de comenzar, ya crucificaban a Carrete, a quien le correspondía marcar al supermillonario as azulgrana, pensando que éste iba a recibir toda clase de «caricias»del valencianista. Ni que decir tiene que el VCF iba a ser la víctima propiciatoria del FCB...Y sucedió... que ganó el VCF 2-1 (goles de Tendillo e Idígoras) que los valencianistas arrollaron a los barcelonistas y que el denostado «minero» anuló a Maradona sin propiciarle ni una sola patada. Y todo el mundo se tuvo que callar.

Este excepcional marcaje a Maradona fue uno más entre los 270 que Carrete tuvo que realizar a lo largo de las siete campañas valencianistas en las que jugó 208 partidos de liga, 2 de la Copa de la Liga, 35 de Copa y 25 de competiciones europeas, destacando poderosamente el realizado a Dragan Dzajic, del Estrella Roja de Belgrado, el mejor extremo izquierdo de Europa.

Pero llegaron a las «vacas flacas» del VCF en el verano de 1983 y Carrete tuvo que marchar junto con Solsona, Cerveró, Felman, Arnessen, Welzl e Idígoras. Creo que Carrete, el «minero» que ganó la Copa, la Recopa y la Supercopa, se fue con lágrimas en los ojos...