M. Mínguez Calabuig, Valencia

La tensa imagen exhibida durante toda la noche daría paso, en la recta final, a otra bien distinta. Con el marcador de cara emergería el mejor Pamesa, el más agresivo. Explosivo casi, con seis triples en cuatro minutos. Sólo entonces se operó la metamorfósis. Cierto que para ello previamente había hecho acopio de paciencia, con mucha defensa. Nadie lo discute, pero tampoco que si el Pamesa quiere llegar lejos en esta competición no puede permitirse resbalones como el de hace una semana en Atenas. Anoche se despojó de viejos fantasmas y demostró que aún tiene cosas que decir en Europa. A la vuelta de la esquina le aguarda ahora el Zadar. Habrá que confirmar allí, en Croacia, que lo visto ayer no es una resurrección fugaz.

Con que el Panionios se dedicara a administrar su renta el sufrimiento estaba garantizado, pero lejos de especular con el marcador el conjunto griego - lo había advertido su técnico Nenad Markovic-, salió también a por la victoria. El arranque del Pamesa resultó vertiginoso, con dos triples consecutivos de Williams que hicieron pensar en una remontada inmediata. Pura utopía en un primer tiempo de juego muy rápido - en ocasiones hasta atolondrado-, al que por fuerza estaba obligado Pamesa para anotar, y para desequilibrar al contrario. Aunque no logró cerrar el primer cuarto con la contundencia esperada- 16-12-, quedó en el ambiente la duda de si el Panionios era tan gran equipo como había hecho creer en Atenas.

Una faz más agresiva

Siempre dió la sensación de que era el Pamesa un conjunto más sólido, con mayor calidad individual, pero no logró plasmar esas impresiones en números. Y eso que otros dos triples, esta vez de Douglas, situaron el encuentro en otra dimensión, donde el Pamesa pareció hallarse más cómodo. Menos atenazado por la presión (30-24, minuto 18). Pero ni siquiera entonces fue capaz de mostrar una faz más agresiva. El problema, y no pequeño, continuaban siendo esos once puntos de ventaja adquiridos por Panionios en la ida. Un lastre tremendo anoche.

Hubo que aguardar al tercer cuarto para que ambos se tomaran las cosas en serio. Fueron los mejores minutos de una eliminatoria donde cada balón, cada rebote, cada tiro libre y hasta cada respiración podía ser determinante. Fatal para uno, o para otro. Sólo a falta de cincuenta segundos para la conclusión de este tercer cuarto el Pamesa, con un triple de Oliver, rompería la ventaja inicial con que partían los griegos (49-38). El partido, ahora sí, empezaba de cero. Era cuestión de tiempo que un opaco Panionios se dejara vencer por el nerviosismo para amarrar la remontada. Y esta vez el Pamesa no perdonó.