Vicent Chilet

Como los buenos boxeadores, el Valencia supo encajar golpes hasta cansar a su oponente, recuperó el centro del ring en cinco segundos furiosos y noquear con un certero contragolpe al Barcelona. El 0-1 dejaba encaminada la eliminatoria. El Barça, como era de esperar, no se rindió y asedió al Valencia con todo su imponente arsenal ofensivo. El equipo de Koeman aguantó las embestidas, con un planteamiento defensivo muy serio y con Hildebrand firmando su primera gran noche. No fue suficiente, sin embargo, con el partido agonizando, Xavi firmó un empate que hace justicia pero que vino precedido de una mano de Eto´o que Iturralde no vio. El Valencia, despoblado por primera vez en su once titular de toda huella del doblete de 2004, comienza a reescribir su historia, olvidándose de juicios y otras intrigas palaciegas que salpican la turbia actualidad del club, sabiendo a qué juega y convenciendo de nuevo a su gente. Como si ya no fuera prisionero de su glorioso pasado inmediato, el conjunto blanquinegro se creció, no tuvo miedos y supo sufrir. Queda la vuelta, el Barça no ha dicho su última palabra pero el embrujo del viejo Mestalla, en la penúltima gran noche de su historia, arropará y no dejará solos a los suyos.

En unas semifinales de Copa, y en magnos escenarios como el Camp Nou, poco valen las crisis y dudas. En noches como la de anoche, el peso de un escudo de prestigio (que nadie dude de que el Valencia CF lo posee) te coloca desde el inicio a la altura del conflicto. Los nervios desaparecen y la memoria viaja a los trepidantes precedentes de este clásico del mediterráneo.

El partido tomó desde el inicio el inconfundible olor de la Copa, de la Copa de partido único, como si no hubiera vuelta en Mestalla. El Barça ha recuperado en dos semanas toda su contundencia goleadora y armonía d juego y quiso tumbar al Valencia con un k.o. prematuro. A los siete minutos Xavi se coló entre los centrales y su equipo gozó de un triple remate que fue rechazado con reflejos por Hildebrand, Caneira y Albiol. El central valenciano, muy entonado en los últimos partidos, estrenó capitanía, siguiendo la tradición de defensas valencianos capitanes, olvidada desde los tiempos de Arias y Camarasa. Tuvo un estreno con el brazalete de órdago, aguantando dos carreras laterales a Henry y permitiéndose el lujo de salir con la pelota controlada, regateando con elegancia a los delanteros, al estilo de los líberos de antes. En otro lance parte abroncó a Messi por un piscinazo y convenció al veterano Iturralde para que amonestara al mediapunta argentino. Lo dicho: un estupendo proyecto de capitán.

La gran ocasión barcelonista no amilanó a los valencianistas, que no tardaron en responder. Con la seguridad defensiva que ofrece Maduro; Banega, Silva, Joaquín y Mata se soltaron y combinaron contras con destreza, al primer toque y con algún taconazo, conectando siempre con un Villa muy activo, engorroso y molesto como un piojo, tanto para ofrecerse de espaldas a la portería como para intentar finalizar. El gol de Joaquín estuvo bien anulado pero sirvió para advertir al Camp Nou de que el Valencia estaba presente. Los jugadores, asimismo, se lo creyeron. El partido estaba muy abierto, sin muchas ocasiones pero con una constante sospecha de peligro que no acababa de desatarse. El Barça, con la lógica que le otorga su condición de local y su fabulosa pegada, acosó al Valencia, que mantuvo el orden para cortar las líneas de pase al tridente formado por Henry, Eto´o y Messi, y rechazar intentos de disparo. El trabajo colectivo de los valencianistas en defensa fue solidario y encomiable, con los extremos arropando a los laterales, sin regalar ningún espacio.

Con un ritmo tan alto, el primer tiempo voló de un plumazo para los hinchas de los dos equipos. Los presagios para la reanudación eran esperanzadores. En la segunda parte el Barça tiró de su recurso más peligroso: Messi. El guión siguió siendo más o menos el mismo. Hildebrand sacó dos manos milagrosas, la defensa se mantuvo seria y la contra siempre se montaba, al menos en intención, rápida. Algunas de ellas fueron repelidas con el oficio de una patada escondida de los Milito y Zambrotta, perros viejos. Con el avance de los minutos el Camp Nou, una grada fría que tarda en reaccionar, fue subiendo en decibelios, el Barça aumentó su presión, Iniesta y Bojan redoblaban la energía de los locales, el encuentro parecía abocado a un asedio... y entonces vino el furtivo zarpazo del gol de Villa. Una contra caligrafiada con acierto por Silva, que abrió a la derecha donde entró Arizmendi, todo pulmón y sangre fría (lee a Puzo y Auster), que dio el pase de la muerte a Villa, que fusiló a placer.

El Barça se fue al ataque a tumba abierta, sin miramientos, encerrando en su área al Valencia y Hildebrand salvó los muebles en varias oportunidades. Cuando el Camp Nou parecía asumir la derrota, el gol de Xavi colocó las tablas definitivas. Este 1-1 sin embargo es dulce. El Valencia ha vuelto y el 20 de marzo Mestalla será una fiesta.