Jordi Cuenca

A veces, el movimiento no se produce porque uno echa a andar, sino porque le empujan. Ésa puede ser una conclusión acertada de lo que ha sucedido esta semana con las cajas de ahorros valencianas, o, tal vez mejor dicho, con el Consell, que ha lanzado un órdago descomunal apostando por la fusión en cuanto ha sentido muy cerca la amenaza que el futuro acceso de Rodrigo Rato a la presidencia de Caja Madrid supone para Caja Mediterráneo (CAM) y Bancaja. Las sucesivas declaraciones a lo largo de la semana del vicepresidente económico, Gerardo Camps, afirmando que la fusión de las tres entidades de la Comunitat es una decisión firme del Gobierno autonómico, y la reunión el viernes del jefe del Consell, Francisco Camps, con los presidentes de las tres cajas, en las que les expresó su determinación de no permitir que alguna entidad de fuera de la Comunitat se haga con alguna de las valencianas, ha tenido el efecto buscado -y veremos si conseguido- de marcar territorio, de blindarlo ante injerencias externas. Cualquier fusión debe ser interna... A no ser, claro, que surja una oportunidad en la que Bancaja o CAM se conviertan en absorbentes.

El contexto está impregnado de política, sin duda, pero también de una coyuntura financiera muy difícil. La crisis ha puesto en una situación ciertamente complicada a las cajas, sobre todo aquellas, como las dos valencianas, que apostaron en exceso por el sector inmobiliario para expandirse. Con los márgenes cada vez más apretados, la morosidad in crescendo, una batalla por los depósitos y unas cuentas de resultados a la baja, el panorama es más que inquietante. El Banco de España está determinado, además, a aprovechar esta crisis para reordenar el mapa financiero de tal forma que se salga de la recesión con menos y más grandes entidades bancarias. Los movimientos, los tanteos, las ofertas han sido una constante en los últimos meses. También las especulaciones.

Hasta ahora, la tesis oficial en Bancaja y CAM era que podían aguantar en solitario o que, si acaso, serían entidades absorbentes de otras. A ninguna de las dos le atraía, sobre todo a la alicantina, la fusión entre ambas. La posición parecía real en el caso de Bancaja, pero en el de la CAM olía más a pose, por la impresión extendida de que su situación no es tan boyante.

Todo indica que este panorama de indefinición se truncó al confirmarse que la batalla del PP por el control de Caja Madrid se zanjaba con la designación del ex vicepresidente económico del Gobierno con Aznar y ex director gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI), Rodrigo Rato, como futuro presidente. El peso político y económico de Rato despertó todas las alarmas en el Consell, que empezó a calibrar como más que posible una operación por la que la caja madrileña, la segunda de España, acabara por merendarse a alguna de las valencianas.

Temor

El temor tenía fundamentos. Hace meses que la dirección nacional del PP, por boca de su portavoz parlamentario, Cristóbal Montoro, había apuntado a una operación a tres bandas entre Caja Madrid, Caixa Galicia y Bancaja, las tres autonomías controladas por los populares. Eran conocidos por el Consell los contactos, sin éxito, de los responsables de Caja Madrid con Bancaja, de los deseos de la CAM de aliarse con la entidad madrileña -cualquier cosa antes que con Valencia- y el interés final de la madrileña hacia la alicantina. Las fuentes consultadas no dudan de que Rato iría a por su objetivo en la Comunitat nada más acceder al cargo. Caja Madrid no tiene por dónde crecer en su territorio natural y tampoco tiene una situación tan saneada como La Caixa como para seguir su camino en solitario. Pocos dudan de que un político ambicioso como Rato buscará fórmulas que engrandezcan a su entidad.

Por si estos datos no fueran suficientes, el PP vive una crisis interna por el poder entre Esperanza Aguirre y Mariano Rajoy y de confianza entre éste y su otrora aliado Camps -truncada por el caso Gürtel-. Respecto a la primera, fuentes políticas afirman que Rajoy estaría interesado en apoyar una gran fusión entre Caja Madrid y otra entidad, como Bancaja, por lo que supondría de restar poder a la presidenta madrileña. Camps, por su parte, se encuentra en una situación de extrema debilidad, tanto en Valencia como en Génova, la sede nacional del PP.

En esto, según algunas fuentes, el Banco de España habría trasladado a Gerardo Camps la necesidad imperiosa de que las cajas valencianas entraran en procesos de fusión, porque se vislumbran dificultades en sus cuentas, sobre todo en la perspectiva de los dos próximos ejercicios.

Y así llegamos al pasado domingo, cuando el vicepresidente económico del Consell lanzó la bomba: las tres cajas valencianas deben fusionarse y, posteriormente, absorber a entidades como Caja Murcia (otra a la que la CAM se ha ofrecido). El pronunciamiento sirvió para volver a sacar a la palestra las posiciones ya conocidas: unánime rechazo de la sociedad alicantina y una cierta indefinición en Valencia, que ve con inquietud las exigencias de la CAM ante una eventual operación entre ambas. Fue un planteamiento exclusivo del Consell, que no consultó con las cajas, para sorpresa de las mismas. Muy arriesgado, porque, entre otras cosas, cosechó la oposición frontal de los zaplanistas alicantinos agrupados en torno al presidente de la Diputación, José Joaquín Ripoll, el más combativo, además, por la gestión del caso Gürtel.

La reunión del viernes

El viernes, aprovechando la firma de un convenio con el Instituto Valenciano de Finanzas, Francisco Camps aclaró ante los presidentes de las tres cajas el panorama. Les dijo que le gustaría que se fusionaran, pero sin presionarles en exceso. Que sus órganos de gobierno decidan y determinen si de verdad tendrá grandes costes sociales -por las duplicidades de oficinas, sobre todo- esa operación, como arguyen desde la propia CAM. Pero el mensaje trascendental era el de marcar el territorio y expresar con claridad que no permitirá que una entidad foránea, es decir, Caja Madrid, se haga con Bancaja o Caja Mediterráneo. Las fusiones, en el "ámbito" valenciano.

Fuentes políticas nada proclives a Camps consultadas por este diario valoran positivamente la jugada del presidente de la Generalitat, por lo que supone de reafirmación ante Madrid y Alicante y porque muy probablemente puede haber paralizado cualquier intento de acoso exterior. Claro que, como apuntan otras fuentes, éstas más próximas al presidente del Consell, no hay que olvidar al Banco de España ni la propia debilidad de Camps en su partido y la ascendencia de Rato.

Los presidentes de las tres cajas se comprometieron el viernes ante Camps a pensar una operación de fusión entre ellas. Como el proceso electoral va a seguir su curso y la operación es casi imposible que la apruebe la asamblea de la CAM, habrá que esperar a ver cómo evolucionan las cuentas de ambas entidades en los próximos meses. Claro que el veto de Camps a operaciones con entidades como Caja Madrid dejan a la institución alicantina con muy pocas salidas. No es de extrañar, así, que su presidente abandonara el viernes el Palau de la Generalitat como si hubiera asistido a un funeral.