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Nacido en la localidad francesa de Hermanville-sur-Mer, en 1925, Touraine es precursor de la expresión "sociedad post-industrial". De hecho, su libro así titulado, publicado en 1969, le supuso un amplio reconocimiento internacional.

El jurado del premio "Príncipe de Asturias" le define como "un intérprete magistral del modo de pensar Europa". ¿Puede realmente hablarse de un pensamiento europeo, de una manera europea de sentir el mundo?.

No creo que, en realidad, haya una manera europea de pensar el mundo, ya que son varias las que hay. Diría incluso que, con una visión más amplia, no se puede hablar de una cultura europea dado que la grandeza de este continente viene del hecho de haber creado y desarrollado un gran número de culturas. Lo vemos bien cuando viajamos por Europa, donde, de un país a otro, idénticos elementos de la vida contemporánea se inscriben en marcos culturales muy diferentes entre sí.

Usted aprecia más diferencias que uniformidades.

Es eso precisamente lo que permite identificar a Europa: no un contenido sino su propia diversidad, aunque no hay que olvidar que ésta ha conducido a menudo a conflictos inter-nacionales e inter-culturales que han acabado por agotar una parte de la creatividad de Europa y de su capacidad para construir escenarios de futuro.

Una reflexión sobre Zigmunt Bauman(Z. B.), con quien comparte este premio "Príncipe de Asturias".

La casualidad ha hecho que pasase con Z. B. los últimos días de la pasada semana en Estambul, donde no sólo hemos tenido intervenciones personales sino que, sobre todo, se nos ha pedido que dialogásemos en público en dos ocasiones. Evidentemente, ya conocía la obra del profesor Z. B., pero me ha satisfecho enormemente la posibilidad de intercambiar con él, de modo más profundo, algunas ideas que en parte se han revelado comunes.

¿Cómo valora su "sociedad líquida"?

Cuando Z. B. habla de "sociedad líquida", expresión que le ha hecho célebre, indica claramente la destrucción de sistemas sociales que antaño parecían tan sólidos que podían ser tomados por el crisol en el que se formaban las conductas sociales y su control. Por mi parte, he afirmado desde hace mucho "el final de lo social", e incluso he dicho, ya en el Congreso mundial de sociología de Uppsala, en los años 70, que había que liberarse de la idea de sociedad. La liberalización de la economía ha dado lugar a redes que quedan fuera del control de las instituciones políticas o de los movimientos sociales.

¿Y quién puede poner orden en el caos?

Las instituciones sociales que pretenden dar forma y regular los datos de la economía han perdido su razón de ser, de tal forma que hoy en día ya no sabemos claramente lo que es una ciudad, lo que es la democracia, lo que es la escuela, y probablemente ninguna definición de un sector de la vida social escapa a este gran movimiento de incertidumbre y confusión.

Precisamente Bauman tercia en este debate.

Me ha parecido que Z. B. intenta salir de este callejón sin salida mediante el recurso a las condiciones del intercambio social, de una manera relativamente próxima a la que ya había propuesto Jürgen Habermas. Por mi parte, me he dedicado más a encontrar, en la renovación de la idea de los derechos del hombre, un principio de resistencia a la dominación de una economía incontrolable.

¿Ha fracasado el movimiento alteroglobalizador? ¿Hay alguna posibilidad de acción hoy en día?

El movimiento que llamamos hoy en día alteroglobalizador, y que al principio había sido presentado de un modo puramente negativo (antiglobalización), ha mostrado el inmenso interés que representa, contra la globalización actual, la llamada a la preservación de la humanidad y de la diversidad de las culturas. La alteroglobalización combate por un desarrollo sostenible. Su fuerza y su debilidad vienen de que, ante todo, es un movimiento de base, por lo que, cuando algunas minorías como ATTAC, en Francia, han querido enmarcarlo ideológicamente, se ha negado a esta subordinación. No se puede acusar a este movimiento de haber fracasado; es una expresión que no tiene sentido. Ha despertado los espíritus y, por consiguiente, ha ejercido una fuerte presión sobre los actores políticos. Y con éxito, ya que hoy en día los temas de la ecología política y del desarrollo sostenible tienen tanto peso en la vida política como los argumentos de los defensores de la modernización económica a cualquier precio.

Analice la situación actual de América Latina en el marco de la globalización.

El hecho más visible es que América Latina, o por lo menos Sudamérica, no ha padecido gravemente la crisis financiera global. Vemos cómo, a día de hoy, numerosos países alcanzan una tasa de crecimiento elevada y la mantienen en el largo plazo. También vemos cómo Brasil se ha convertido en una de las grandes potencias mundiales, lo que tiene efectos beneficiosos sobre el conjunto de América Latina y es también muy positivo para los europeos.

Traza un paisaje muy optimista.

Desgraciadamente, el juicio positivo sobre Sudamérica no puede extenderse a México, devastado por la violencia y por el narcotráfico, y cuyo Estado es incapaz de garantizar la seguridad ciudadana. En algunos países de Centroamérica, la debilidad del Estado conduce a dotar de un poder casi ilimitado a grupos privados, a veces extremadamente numerosos, como las "maras" de El Salvador. Existen diferencias cada vez más acusadas entre estas dos categorías de países. Por otro lado, la influencia de la Venezuela del coronel Chávez -que se deja sentir con fuerza en Ecuador y Nicaragua, y, de manera menos simple y más vinculada a la defensa de la unidad nacional, en la Bolivia de Evo Morales- amplía aún más la diversidad de las situaciones y de los proyectos de futuro.

¿El futuro de Latinoamérica es esperanzador?

Lo esencial es ver que, a pesar del papel de las inversiones extranjeras -y de su eventual retirada- en América Latina, este continente está inmerso con la misma fuerza que cualquier otro en un proceso de desarrollo avanzado. Sería de desear que Europa, encadenada como está al crecimiento cero, pudiera tener la misma capacidad de transformar su futuro.