El sueño de presidentes autonómicos y algunos empresarios de configurar un tejido económico y financiero fuerte, capaz de influir en la economía española y tomar participaciones en sectores y empresas estratégicas del país se ha esfumado de golpe en los dos últimos meses con la pérdida de la capacidad de decisión de las dos principales cajas Bancaja y CAM derivada de sus respectivas fusiones virtuales con Caja Madrid y Cajastur.

Menguada la industria como motor económico, el pinchazo de la burbuja inmobiliaria y la construcción -en el que las dos entidades estaban altamente implicadas- ha puesto al descubierto las debilidades de un sistema financiero local incapaz de resistir la embestida de la crisis económica. Un proceso de reestructuración que se produce bajo la mirada atónita del sector empresarial valenciano, incapaz de reaccionar y cuya tibia respuesta refleja la escasa fortaleza de la sociedad civil autonómica.

Empresarios y economistas consultados por este diario coinciden en que la pérdida del control sobre las plazas financieras de Bancaja y CAM es producto de una mala o ausente estrategia que se ha ido reproduciendo en los últimos diez o quince años. La falta de comprensión entre Valencia y Alicante explica el fracaso de una mejor vertebración del tejido económico y financiero. Tanto Joan Lerma, como Eduardo Zaplana y Francisco Camps -renunció a la fusión Bancaja-CAM en 2003 y la ha planteado cuando ya sólo era una suma negativa- se estrellaron en sus intentos de articular una supercaja vinculada al territorio y capaz de tener proyección nacional, a imagen de lo que hoy representa La Caixa. Zaplana, de procedencia alicantina, hizo el intento más serio, que derivó en la frustrada Cartera de Participación Industriales.

"Muchos empresarios sienten rabia. No está en nuestras manos porque hay equipos directivos en las cajas y políticos, el problema es que cada uno va a la suya", afirma un representante de la Asociación Valenciana de Empresarios. "Hemos improvisado durante muchos años, hemos dicho que éramos los mejores y muy buenos, pero nunca ha habido una estrategia en esta comunidad". "Se veía el mundo industrial como el hazmerreir porque no ganaba como el inmobiliario y ante una tesitura de un crecimiento tan largo nadie decía nada", afirma este representante de AVE. El lobby que lidera el presidente de Mercadona Juan Roig aprieta los dientes, pero ha evitado pronunciarse en público sobre la operación de Bancaja y Caja Madrid. Sólo la CEV de José Vicente González expresó su desacuerdo antes de conocerse el pacto. Una vez más el empresariado valenciano ha sido incapaz de actuar y tener capacidad de presión. "¿Pero qué va a decir Rafael Ferrando (presidente de la patronal autonómica Cierval) si las empresas de su familia, vinculadas al ladrillo, dependen de los créditos de Bancaja?", afirma un economista con sorna. Llama también la atención el silencio de la Real Sociedad Económica de Amigos del País, entidad fundadora de Bancaja que agrupa a personas de proyección social.

Incomprensión

El catedrático de Historia Económica de la Universitat de València, Jordi Palafox, se muestra muy crítico. "Los valencianos no queremos entender la comunidad en que vivimos. Miramos hacia Cataluña, que tiene a la provincia de Barcelona como núcleo principal, pero en la Comunitat Valenciana hay tres núcleos de influencia real. No se ha tomado ninguna decisión para romper esa situación de incomprensión", afirma Palafox para explicar los reiterados fracasos en los intentos anteriores de fusión de Bancaja y CAM.